Intenso fue su andar por el mundo

Su prosa y poesía son un canto a la vida. Intenso fue su andar por el mundo…
Advirtió su destino a los nueve años, cuando se fue con su padre a Caimito del Hanábana y conoció las atrocidades de la esclavitud.
Se sembró así en su corazón la sed de justicia y libertad.
El joven impetuoso creció desde las entrañas de la tierra que habitaba.
Dolor infinito fue el dolor aprendido en el presidio, y que como sombra lo acompañó siempre porque «No se vive sin dolor…»
En cambio su pasión de hombre enamorado fue con él permanentemente: en el fragor del peligro, las intensas tareas para unificar hombres e ideas en el exilio, en medio de las nostalgias por la separación necesaria de sus seres queridos.
Infinito querer le profeso a su Ismaelillo… Quien se hizo dueño de su corazon donde habitaban sentimientos engrandecidos del amor y el deber.
Porque…»el deber de un hombre está allí donde es más útil»… y de su corazón jamás saldría «obra sin piedad y sin limpieza”.
Sentencia que lo distinguía como hombre de una sola palabra… Tan certero como la seguridad de que «un grano de poesía sazona un siglo».
«Es hermoso asomarse a un colgadizo y ver vivir el mundo; verlo nacer, crecer, cambiar, mejorar…»
Sabia que «La vida es un asalto. Y se puede dormir; pero sobre la trinchera… Y que «Perder una batalla no es más que la obligación de ganar otra».
Durante 42 años José Martí se entregó a la sangre vertida que lo reclamaba desde las entrañas de su país. Porque «hacer es la mejor manera de decir».
Era ese su amor supremo: la tierra ultrajada por la que vestía de luto, la Patria que mereció siempre, más que nada ni nadie, su fidelidad.