
Transportaban en su corazón la música que antes engrandecía su alma, solo que ahora sus voces se convertían en susurros de esperanza entre aquellos poblados casi en ruinas, víctimas de la furia de la naturaleza.
Las manos que antes tocaban notas de guitarra y emanaban melodías de alegría, acopiaban y recogían escombros, paleaban lodo o remendaban, mientras un violonchelo silencioso guardaba luto por las vidas interrumpidas.
Era un espectáculo distinto.

El escenario no era una tarima de lujo, sino la realidad cruda que demandaba de ayuda, una actuación sincera en la que el dolor y la resiliencia se fundían en un mismo lienzo.
“Cuando pasamos el cartel identificativo de San Antonio del Sur empezamos a percibir las primeras impresiones de la devastación: colchones en los exteriores, en los portales, los techos de las casas; efectos electrodomésticos mutilados por el agua secándose al sol, en tanto los ojos de las personas se tornaban de un color ocre, de esos que aparecen después de la desgracia. Realmente fue un paisaje dantesco”, describe Reynier Velázquez Álvarez, conocido en el mundo de la música como el Teniente rey, quien compuso e interpretó “El otro ciclón”, una inspiradora canción en solidaridad con los guantanameros.

-¿Qué te motivó ir hasta Guantánamo?
-En primer lugar, mi compromiso con mis semejantes y mi identidad cubana, que implica compartir lo que tenemos, no lo que nos sobra. También me llevó mi obra ‘El otro ciclón’, ya que, después de componerla e interpretarla como un tributo a la solidaridad con esa provincia, tenía que ser coherente con lo que promovía y cumplir con mis propias convicciones. Soy muy exigente en cuanto a la solidaridad, el amor al prójimo y el compartir los esfuerzos y los sacrificios.