
En la porción montañosa que ocupa el municipio granmense de Bartolomé Masó son comunes aves como el tocororo y el sinsonte, anfibios, reptiles, insectos, y caracoles, así como otros invertebrados y una amplia variedad de familias vegetativas endémicas o poco vistas por otros lares.
Pero para que esto ocurra un colectivo de trabajadores, perteneciente a la Empresa Nacional de Flora y Fauna, se encarga de ejecutar una serie de proyectos y programas encaminados a conservar el frágil ecosistema montañoso y con ello un entorno común de subsistencia salvaje.
En un patrimonio natural de más de 23 mil hectáreas, ocupadas por 3 áreas protegidas y una finca de manejo, operarios de la conservación, obreros agrícolas, guías turísticos y demás personal de oficina del Gran Parque Nacional “Turquino”, se esmeran por preservar el lecho natural que ofrece este fragmento de montaña.
Constituye este un único ecosistema formado por distintos hábitats entre los que se encuentran espesuras, manchas de bosque, afloramientos rocosos, ríos, arroyos y charcas estacionales, precisa el licenciado Leonardo Manso Cedeño.
En sus múltiples facetas como trabajador de larga data en esta entidad, el Mellizo, como muchos le conocen, le atribuye al hombre un rol determinante en la conservación de dichos ecosistemas y en la creación de condiciones para el desarrollo de nuevas especies.
“No solo es vital la labor humana en la asistencia a lo que ya la naturaleza ha creado y da fuerzas para subsistir, sino en la labor educativa con el propio hombre para que sea un ente más de adelanto y preservación”.
“Por aquí transitan anualmente miles de personas en caminatas hasta La Plata o al Pico Real del Turquino y todos se llevan el mismo mensaje de respeto y amor que, hacia el medio ambiente, la diversidad y la vida silvestre nosotros profesamos”.
El rico entorno de la Sierra Maestra constituye el hábitat natural de miles de especies de plantas y animales, un reservorio de vida silvestre que cada año se fortalece y fructifica.
En la porción montañosa que ocupa el municipio granmense de Bartolomé Masó son comunes aves como el tocororo y el sinsonte, anfibios, reptiles, insectos, y caracoles, así como otros invertebrados y una amplia variedad de familias vegetativas endémicas o poco vistas por otros lares.
Pero para que esto ocurra un colectivo de trabajadores, perteneciente a la Empresa Nacional de Flora y Fauna, se encarga de ejecutar una serie de proyectos y programas encaminados a conservar el frágil ecosistema montañoso y con ello un entorno común de subsistencia salvaje.
En un patrimonio natural de más de 23 mil hectáreas, ocupadas por 3 áreas protegidas y una finca de manejo, operarios de la conservación, obreros agrícolas, guías turísticos y demás personal de oficina del Gran Parque Nacional “Turquino”, se esmeran por preservar el lecho natural que ofrece este fragmento de montaña.
Constituye este un único ecosistema formado por distintos hábitats entre los que se encuentran espesuras, manchas de bosque, afloramientos rocosos, ríos, arroyos y charcas estacionales, precisa el licenciado Leonardo Manso Cedeño.
En sus múltiples facetas como trabajador de larga data en esta entidad, el Mellizo, como muchos le conocen, le atribuye al hombre un rol determinante en la conservación de dichos ecosistemas y en la creación de condiciones para el desarrollo de nuevas especies.
“No solo es vital la labor humana en la asistencia a lo que ya la naturaleza ha creado y da fuerzas para subsistir, sino en la labor educativa con el propio hombre para que sea un ente más de adelanto y preservación”.
“Por aquí transitan anualmente miles de personas en caminatas hasta La Plata o al Pico Real del Turquino y todos se llevan el mismo mensaje de respeto y amor que, hacia el medio ambiente, la diversidad y la vida silvestre nosotros profesamos”.