Regreso desde la gloria

Han pasado 35 años desde la culminación de una gesta de justicia que cambió a todo un continente. Y los rostros de aquellos héroes y mártires regresan. Vienen abrazados a una bandera, sin un solo gramo de marfil o de porcelana.

Vienen con el escudo, incluso los que cayeron y no pudieron abrazar al hijo o a la madre amada que todavía llora frente al osario.

Retornan modestamente desde la gloria, desde naciones-raíces para recordarnos que solidaridad no es una cápsula vacía, ni un pedazo de palabra, es una actitud y un examen ante la vida. Para recordarnos que el internacionalismo zafó cadenas, derrotó ejércitos mercenarios y ayudó a romper el apartheid.

Más de 385 mil cubanos combatieron en África durante largos años y de ellos dos mil 398 cayeron haciendo del deber una verdad. Por eso aquel regreso no podía denominarse de otra forma: Operación Tributo.

Este 7 de diciembre, los veneramos a todos, junto a Maceo, el bravo titán, el de tantas heridas, caído en Punta Brava en 1896. Los aplaudimos por todo lo que hicieron para y por la historia.

Este 7 de diciembre, los evocamos otra vez al lado de Panchito Gómez Toro, el que tenía sangre del viejo libertador y fue más que ayudante insurrecto en los campos de batalla.

Valdría decir, en la evocación, que el gesto colectivo debería llevarnos, también, a recalcar que esos seres no pueden convertirse en figuras ocasionales de una fecha. Ellos, sin excepciones, deben vivir en la pulsación de Cuba, porque lo peor sería el olvido, siempre lamentable.

Ellos merecen que los abracemos cada día, con fuerza y con orgullo. Que les digamos ¡gracias! Que levantemos sus hermosas historias.

La Demajagua

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