
Los profesionales del servicio de Hemodiálisis del Hospital provincial clínico quirúrgico universitario Celia Sánchez Manduley, de la ciudad de Manzanillo, segunda prestación de ese tipo fundada en la región oriental y con 42 años de experiencia, son de esos cuya porfía diaria es ganar tiempo para la vida.
“Hemos tenido pacientes que han vivido más de 20 años con el tratamiento, y otros que no, pero, en lo que depende de nosotros, agotamos todos los recursos para garantizarles la oportunidad de vivir”, afirma la especialista de Primer Grado en Nefrología, Leydis Rodríguez Tamayo, jefa del colectivo.
Catalogado como uno de los más grandes del país, el servicio es el mayor de los tres dispuestos en Granma. Cuenta con 22 riñones artificiales que realizan la terapia sustitutiva a 120 pacientes de siete municipios.
Los riñones, en su mayor parte, son de tecnología de punta, recibidos por donación y, al decir de los profesionales, conceden seguridad a los procederes, y sus baterías permiten devolver el fluido sanguíneo a los pacientes, en caso de afectaciones eléctricas.
En tres turnos, diariamente, filtran las toxinas y el agua de la sangre de 44 manzanilleros y 76 residentes de los otros territorios, mediante esta técnica de depuración extracorpórea.
La punta del iceberg
Cuando el diagnóstico del fallo renal irrumpió en la cotidianidad de Alberto Edilbert Ceruto Mendoza, se adormecieron los sueños. “Pero, en manos de ellos retornaron las esperanzas”, dice el niquereño que tres veces por semana acude a la institución, en busca de la necesaria purificación de la sangre, como reemplazo de la acción natural de los riñones.

Han transcurrido cuatro años del dictamen, e igual tiempo de tratamiento hemodialítico de 12 horas semanales. Ceruto asegura que “es tiempo suficiente para afirmar que si hay un servicio de excelencia es este, porque nosotros somos y recibimos el amor más lindo de estos médicos y enfermeras”.
Dicho equipo asistencial tiene una alta efectividad en sus prestaciones, de acuerdo con los niveles de supervivencia, y ha garantizado las mejoras de los pronósticos de la enfermedad renal crónica a la totalidad de los pacientes que forman parte de esa familia clínica. Su proyección trasciende el espacio físico de los cinco cubículos intrahospitalarios. Lleva enfoque preventivo hacia la comunidad, en aras de reducir el número de personas que requieran de dichos tratamientos.
“Estas patologías incurables se plantea que prevalecen en nueve de cada 10 personas, con elevados índices de desconocimiento en quienes las padecen. Se dice que es un iceberg, del cual se conoce la punta, pero el resto permanece oculto, porque la insuficiencia renal crónica tiene cinco grados por los cuales se estratifica la atención”, pormenoriza el doctor Luis Alberto Mendoza Ramírez, Profesor Principal de la cátedra de Nefrología.
Ante la incidencia, más de medio centenar de hombres y mujeres, incluidos seis especialistas en Nefrología, se ocupan aquí de cada detalle, para que las 60 sesiones diarias transcurran con éxito.
Tiene a su disposición una planta de ósmosis, valorada en alrededor de 45 mil dólares y cuyos operarios la manejan de forma eficiente, para eliminar contaminantes, minerales, bacterias y otros solutos disueltos, y purificar el agua indispensable en el proceso, que requiere un flujo de líquido de diálisis de 800 mililitros por minuto, durante cuatro horas.
Pese a las dificultades
Aun en medio de las actuales circunstancias electroenergéticas y de abasto de agua en el hospital manzanillero, es el único servicio que recibe directamente el líquido, porque la vorágine no se puede detener. “Es vital y, por ello, la sala está protegida. Estamos conscientes de lo que representa cada sesión para nuestros pacientes, que, incluso, algunos dependen de la máquina para eliminar los líquidos, porque no realizan la diuresis”.
Aunque sujetos a la infinidad de obstáculos comunes en la sociedad cubana de hoy, “están destinados los recursos para la atención de nuestros pacientes, pero nos hemos visto obligados a disminuir algunos y a aplicar de forma eficiente el reuso, estipulado internacionalmente, de dializadores, líneas y agujas, para realizar la técnica”, explica la doctora Leydis Rodríguez Tamayo.

“Hemos presentado limitaciones con el bicarbonato y el puristeril, que se emplea para la esterilización de materiales, y sin lo cual tomamos conductas de pausa, porque no podemos correr riesgos de infección y morbilidad en los pacientes. Cuidamos cada detalle para que las técnicas sean con calidad, para evitar complicaciones, y, pese al déficit de recursos, no ha influido en la morbimortalidad de los pacientes”.
Iveth Morales Mena, paciente de 41 años, de la comunidad de La Vuelta del Caño, en Manzanillo, plantea: “En ocasiones, hay problemas con el combustible para traernos o con determinados insumos. No sé cómo lo hacen, a veces con algo de atraso, pero siempre aparece y nos traen, se hace el tratamiento, y nos llevan de retorno a casa.
“Doy gracias a Dios por estos profesionales. No hubiera seguido, si no hubieran comenzado a hacerme las hemodiálisis hace cuatro meses, porque yo llegué casi muriendo. Ellos me permitieron pasar de la muerte a la vida”.
Protocolos de bienestar
El compromiso de trabajar con amor y priorizar al paciente torna reiterativos estos criterios, porque sus profesionales se reconocen servidores de bienestar.
Ellos prestan los cuidados que se complementan con la atención gratuita para los beneficiados, pero costosa para el sistema asistencial cubano, “que valora cada hemodiálisis, como mínimo, de 150 a 200 dólares, es decir, solo uno de las 144 que cada paciente recibe en un año”, reflexiona el especialista en Nefrología, Emilio Rodríguez López, con 24 años de experiencia.
“Sin embargo, nosotros mantenemos nuestros protocolos, porque lo importante es garantizarles calidad de vida”, argumenta el nefrólogo Mendoza Ramírez. “En función de ello, instruimos a los 10 residentes en formación, para que, además de los temas académicos y capacidad resolutiva, desarrollen sensibilidad, compromiso y sentido de lo propio, de la familia que somos, comprendiendo el estado psicológico y respetando el consentimiento informado de nuestros pacientes”.
De igual manera, las más de 40 enfermeras “estamos al lado del paciente, con amor y cariño, para que el proceder se realice con eficacia. Tomar signos vitales, evitar que se duerman, velar por la efectividad de las técnicas, es nuestro deber y el compromiso es entrar a las 7:00 de la mañana y salir cuando terminemos, aunque sea la 1:00 de la madrugada”, comenta la licenciada en Enfermería Yusmari Ávila Sánchez.

“El personal de aquí es único, porque el estado de salud del paciente lo impone y las más experimentadas permanecemos con los enfermeros básicos, por las complicaciones que pueden surgir y hay que corregirlas de inmediato. La responsabilidad de Enfermería es muy grande, porque de ello depende la vida del paciente”, valora Dania Ramírez León, quien trabaja en el servicio desde hace 34 años.
El colectivo de Hemodiálisis prestigia al Hospital clínico quirúrgico Celia Sánchez, de Manzanillo. Profesionalidad, consagración y amor conforman su tamiz más valioso para depurar la vida.