Eduardo Sosa fue, sin dudas, un trovador singular. Más allá de apegos a la tierra que lo vió nacer en él convergieron sencillez y talento innato para la llamada canción de autor.
En Sosa tuvo la trova cubana un pilar esencial. Amante de melodías memorables y autores trascendentes de la música cubana como Pimpo La O, Sindo Garay, Pablo Milanés y los Van Van, El nagüito, como muchos le decían tenía especial predilección por la Bayamesa de Céspedes, Fornaris y del Castillo.
De ahí sus entrañables afectos por este suelo primigenio colmando de historia y rica tradición musical, sentires que le llevaron a expresar alguna vez “Que debía canciones al legendario Bayamo.”
Durante su exitosa carrera representó a Cuba en múltiples eventos internacionales, de carácter cultural y político, en los que brilló por su calidad artística y patentizó su compromiso con la Revolución y su solidaridad con las causas más nobles de otros pueblos.
Sus canciones, llenas de amor, crítica social y la belleza de la vida cotidiana, capturaron la esencia de la realidad cubana y del mundo. Hoy que el poeta marcha a otra dimensión, deseemos que sea con él toda la luz que en vida nos regaló con su creación.