
Y es que la Ciudad del Golfo de Guacanayabo atrapa desde que se conoce: sus mujeres enamoran y los hombres abrazan con esa carga de sentimientos que brotan de la camaradería y la afabilidad.
Por estos lares se entremezclan historia y tradiciones en una tierra de patriotismo que vio encumbrarse a la Revolución cubana y es cimiento del son, la trova y la literatura.
Decir Manzanillo es lo mismo que hablar del mar, de la liseta frita, de Glorieta, de carnaval, ron Pinilla y orquesta Original, símbolos por los que lugareños y visitantes profesan amplia predilección.
Más de dos siglos encuentran una arquitectura golpeada por el paso del almanaque, pero verifican manos, voluntad, esfuerzo y tesón por transformarla y hacerla más moderna y elegante.
Hoy la ciudad multiplica horizontes y, aunque no siempre con la rapidez y magnitud deseada, ve rejuvenecer obras con una notable repercusión social.
Vivir en Manzanillo engrandece pechos y agita corazones sin importar carencias u obstáculos, porque bien conoce la gente de aquí la inmensidad del cariño, hospitalidad, sencillez y la pertenencia que corre por las venas colectivas oxigenando almas propias y ajenas.
La Perla del Guacanayabo posee una brillantez única y celebra 232 años de su nacimiento, con el placer de que sus hijos crezcan escuchando el rumor de las olas, sintiendo el frescor de la brisa del gigante azul y queriendo, como el Benny, pescar la luna en el mar.