“Bayamo no fue fundado por Diego Velázquez. Bayamo fue un cacicazgo indio” i. En el año de la conquista, su población ascendía a más de 2 000 habitantes. El 5 de noviembre de 1513, en el lugar que hoy ocupa el poblado de Yara, fue fundada la Villa de San Salvador, y luego se trasladó a Bayamo a fines de 1514; el cual, en poder de los conquistadores desde 1512, “había adquirido el aspecto de las pequeñas villas europeas”ii.
Destruida por cuatro grandes terremotos (1551, 1621, 1624 y 1766), se levantó una y otra vez, prohibiéndose la construcción de edificios mayores de dos plantas. Mantuvo un trazado irregular, “la tortuosidad de la mayor parte de sus calles, lo recto de otras y lo desigual de la anchura que se advierte en todas”iii prueba que no se observó plan alguno en el transcurso de tres siglos y medio.
Cuna de hombres cultos (las familias pudientes enviaban a sus hijos a estudiar a Europa), no se sometió al yugo español.
El 12 de enero de 1869, las llamas del incendio arrasaron con toda la villa, plazas, plazuelas, viviendas, iglesias, calles y callejones. Todo quedó desolado y en escombros.
Los patriotas bayameses quemaron su querida ciudad antes de verla esclava. Casi el 86% de los inmuebles fue destruido, “de las 1 174 fincas urbanas, 1 020 se encontraban en ruinas”iv.
Hubo entonces un largo periodo de estancamiento, muchas familias emigraron al exilio o hacia otras regiones del país.
Las pocas y nuevas viviendas que se construyeron a fines del XIX sobre las ruinas del incendio, determinaron “una arquitectura irregular y no muy extensa cuantitativamente”5, donde se manifiesta el estilo neoclásico y el apego a la tradición colonial, pero no le imprimieron a la ciudad un nuevo aspecto formal.
“Esto solo ocurre con la adopción en gran escala del eclecticismo como código arquitectónico”6. Fue el ecléctico, tanto en Cuba como en América Latina, el estilo de las burguesías nacionales, deseosas de adueñarse de un pasado al que no tuvieron derecho, eclipsando la vieja trama colonial con una arquitectura ostentosa, adaptada a un nuevo contexto.
La villa de San Salvador de Bayamo no extendió en las primeras décadas del siglo XX sus viejos límites.
Como ya se ha explicado, la mayor parte de sus edificaciones se encontraban en ruinas, para qué construir nuevos repartos si urgía reconstruir el viejo centro histórico.
El 30 de septiembre de 1907, el Ayuntamiento de Bayamo dispuso mediante un acuerdo tomado a tal fin, que los solares yermos con dueños reconocidos, así como otros de propiedad desconocida, fueran fabricados o vendidos en el plazo de un año a partir de la fecha antes mencionada.
La mayoría de los edificios en 1906 carecían de condiciones de habitabilidad; sus mayores problemas eran la falta de iluminación, ventilación y agua.
El mal estado de las calles y la inexistencia de la infraestructura técnica, constituyeron el eterno problema de los bayameses.
Durante años la prensa local “machacaba” sobre el tema ante la inercia de las autoridades gubernamentales y sanitarias.
Un periódico de la época sentenciaba: “Bayamo está condenado a ser un lodazal en primavera y polvorienta estepa en la seca”7. Esta situación perduraría en muchas calles hasta muy cerca de los años cincuenta de la pasada centuria.
“Día histórico y festivo fue aquel 28 de febrero de 1910”8, el ferrocarril llegó a la ciudad procedente de Manzanillo. The Cuba Railroad Company, propietaria norteamericana, expandía sus dominios hacia estas tierras.
Este acontecimiento fue vital para Bayamo, no solo permitió el vínculo con el resto del país, sino que contribuyó a la recuperación del patrimonio edificado, en seis meses se cursaron “por la Alcaldía Municipal 22 permisos para construcción y 16 para reconstrucción”9; cerca de 40 establecimientos e industrias abrieron sus puertas, los trenes circulaban con más de 250 pasajeros y 8 toneladas de mercancías diariamente.
En 1910, se presenta uno de los primeros proyectos eclécticos a la Alcaldía Municipal, y correspondió a la construcción de la Sociedad Colonia Española, aunque no es posible afirmar este año como el que marca la aparición del eclecticismo, porque pueden existir construcciones anteriores, constituye una datación bastante certera.
A finales de 1910, el Dr. Antonio Feijóo, uno de los fundadores del proyecto Reconstruyendo a Bayamo, construye en la esquina de Martí y Saco para su vivienda, farmacia y fábrica del famoso Jarabe del Berro de Guisa, un “verdadero modelo de arquitectura contemporánea”10, según un diario local.
Se desarrolla el eclecticismo propio de las zonas compactas, fuertemente atado por las ordenanzas de construcción y la medianería, expandiéndose por toda la ciudad.
Las viviendas de las clases más acomodadas se alternan indistintamente con las de las clases menos favorecidas y con las casas de alquiler.
Construían maestros de obras o agrimensores; el primer arquitecto bayamés fue Belisario Yero, profesional graduado en 1915 de la Escuela de Ingenieros, Electricistas y Arquitectos de La Habana. Su firma aparece en la totalidad de los proyectos a partir de 1921.
Las antiguas plantas coloniales sirvieron de esquema para las entonces construcciones modernas. Localizamos los tipos L, C y O, donde la sala y la saleta, se trataron con mayor jerarquía en la decoración, ubicándose paralelas a las dos primeras habitaciones; luego se continúa con el corredor o galería interior que separa al patio de la sucesión de habitaciones.
En este espacio muchas veces se ubica el comedor. Después del último cuarto se sitúan el baño y la cocina, finalizando con el traspatio.
La división entre la sala y la saleta se logra, generalmente, con la construcción de arcos deprimidos lobulados en los extremos y que apoyan en columnas circulares coronadas por capiteles de orden corintio, fuste de sección variable y basa.
Los pisos destacan por la decoración y colorido de los mosaicos que semejan tapices en los locales principales.
Predominan las fachadas simples, cuya decoración, más rica que la proyectada en los planos, no rebasó los límites de la modestia y la sencillez.
La continuidad de la simetría de los órdenes clásicos aportó homogeneidad al conjunto, destacándose alguna que otra edificación por su ornamentación.
El uso del portal no fue tan frecuente, así como las casas de dos pisos. Los pretiles pétreos y balaustrados, rematados por copones de motivos geométricos o florales, se difundieron profusamente.
Los muros exteriores se “trabajan” con incisiones horizontales, almohadillados en las esquinas o a punta de diamante en toda la superficie entre vanos.
Plata bandas estriadas o lisas recorren el perímetro de éstos últimos, generalmente hasta el zócalo, preferiblemente liso, y aparecen coronadas con simples detalles florales o volutas.
La carpintería cierra los grandes vanos con puertas de tableros resaltados, y algunas de tabloncillo machihembrado con postigos, rematadas con lucetas movibles de vidrios coloreados; y flanqueadas las ventanas de persianas francesas o de tabloncillo por rejas de motivos sinuosos, que se contraponen a la horizontalidad que impresa por las cornisas, frisos y pretiles, en los que recayó la mayor decoración.
Se destacan los frisos que se ornamentan con odas y dardos, dentículos y molduras. Se insertan canes de variadas dimensiones sustentando cornisas y balcones, en los de mayor tamaño prima el uso de rostros femeninos.
Las cubiertas de una o dos aguas se techan con viguetas y entablado de madera, sobre el cual se colocan las tejas francesas. Las cubiertas planas se construyen con el sistema viga y tabla, viga y losa x tabla; luego aparece la losa de hormigón armado.
Según el arquitecto Roberto Segre, el eclecticismo “implica la pérdida de la coherencia formal característica del repertorio de elementos figurativos de cada época y el uso de componentes disímiles, provenientes del pasado europeo o de otras civilizaciones”11, concepto reinterpretado en el eclecticismo popularizado en Bayamo hasta los años treinta del siglo XX, de modestos códigos formales sí, pero indefectiblemente nuestro.