Óleo para una mujer sin sombrero

Bien pudiera ser este el título para una obra del pintor ruso-francés Marc Chagall, sin embargo, corresponde a la historia de vida de la maquillista bayamesa Ana Rosa CoronadoVázquez, quien a los 16 años de edad comenzó a trabajar en una peluquería local para personas con cierta solvencia económica.

“Al fundarse el Colectivo Teatral Granma, en 1977, existía la plaza de confección de pelucas y postizos. Recibí adiestramiento en La Habana, con la profesora Delia Montalvo, aunque la intención final era el maquillaje y la peluquería.

“Luego pasé un curso de la especialidad en el Ballet Nacional de Cuba, con el maquillista Tony Caña, de la compañía Alicia Alonso, acción repetida en otra ocasión.

“El teatro ampliaba sus plazas, se incorporó la de maquillista, que ocupé de inmediato. Poco después, la Escuela de arte Manuel Muñoz Cedeño me contrató para impartir allí la referida asignatura.

“Por ese tiempo, se filmaba en Granma la aventura El mambisito y al frente del maquillaje venía Gisela Timoneda. Ella pidió apoyo, alguien le habló de mi trabajo y a partir de ese momento me relaciono con el ICRT.

“Al concluir el rodaje del serial, quedó la relación amistosa que me abrió el adiestramiento televisivo. Me casé, fui a vivir a la capital del país y comencé a trabajar en el referido organismo, en Pocholo y su pandilla y otros espacios de fantasía infantil y musicales.

“En 1997, comenzó la filmación de Tierra Brava, basada en la radionovela Medialuna, escrita por Dora Alonso, reconocida por la crítica especializada entre las 16 telenovelas cubanas más recordadas de todos los tiempos, y Gisela me solicitó para su equipo.

“Como la trama se desarrollaba en el año 1945, se crearon dos grupos: uno en exteriores y otro en estudio, aun cuando la escenografía de este último no estaba terminada.

“Empezamos a grabar fuera 15 días antes y, como los peinados eran de época, comencé, en lo que me fascina, la caracterización de los personajes, las heridas, los golpes… que me avalaron el Premio Caracol, de maquillaje.

“Tenía la experiencia de siete años como secretaria de Radiología, en el hospital Carlos Manuel de Céspedes, que me ayudó a perfeccionar lo que hice, sobre todo la golpiza del personaje Silvestre Cañizo, interpretado por Enrique Molina.

“Recuerdo que en la corporación Cuba-RDA le hicieron una prótesis para la pierna y otra para abultarle el rostro, que solo utilizó en una ocasión:

-Yo soy un actor -dijo Molina- y tengo que interiorizar que no debo doblar la pierna. Nunca hubo que cortar escena alguna, fue un gran apoyo de su parte.

“En mis 62 años de profesión ha sido una experiencia hermosa la tradicional caracterización de Carlos Manuel de Céspedes que realizo cada año”.

Ana Coronado es, además, una incansable promotora cultural , líder de la peña Domingo entre amigos, miembro de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas, en la modalidad de textil, y ganadora de innumerables premios y reconocimientos.

“De todo lo que hago, mi plato fuerte siempre será el maquillaje”, precisó mientras delineada una sonrisa con suave carmín.

La Demajagua

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