
Niños del Círculo Infantil Granito de Azúcar. Foto: Enrique González (Enro)/ Cubadebate.
“Si un niño no camina bien, esperamos. Si llora, lo abrazamos. Si no sabe usar el orinal, le enseñamos. Aquí no hay derrota, hay niños”.
Lo dice Alba Álvarez con la serenidad de quien ha visto pasar, en cuarenta y cinco años, cientos de niños por sus brazos. Directora del Círculo Infantil Granito de Azúcar, máster en Ciencias de la Educación, no levanta la voz: para ella la paciencia es una forma de sabiduría.
A unos kilómetros de allí, en un espacio restaurado por la Unión de Industrias Militares (UIM), otra educadora sostiene idéntica filosofía aunque diferente historia. Esperanza Medina no habla de instalaciones ni proyectos cuando se le pregunta por el Círculo Rosa Luxemburgo. Responde con lo esencial.
“El general Cervantes quiso cumplir el sueño de Vilma: un círculo para el barrio, no solo para los hijos de sus trabajadores”.

Esperanza Medina, directora del Círculo Infantil Rosa Luxemburgo. Foto: Enrique González (Enro)/ Cubadebate.
En 1961, Vilma Espín fundó los primeros Círculos Infantiles en Cuba. Eran tres: Camilo Cienfuegos, Ciro Frías, Fulgencio Oroz, nombres que sonaban a revolución y a futuro. La idea era sencilla: liberar a las mujeres del encierro doméstico, darles un lugar seguro donde dejar a sus hijos mientras trabajaban, y a los niños, una educación temprana en valores socialistas.
Sesenta y cinco años después de su fundación, los 1 093 Círculos Infantiles que existen hoy en el país no son ni la utopía pedagógica de los sesenta, ni los escombros que algunos pronosticaron. Son, más bien, espacios donde el ingenio suple la escasez: las canciones se aprenden de memoria, los juguetes rotos se convierten en rompecabezas y el afecto compensa lo que falta en recursos.
“Los círculos durante todos estos años han demostrado su capacidad de preparar a los infantes en tareas educativas, en la socialización del juego, los roles”, afirmó Mayra Díaz García, especialista Nacional de Prevención y Atención Social de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
Con una matrícula de 130 niños —desde el segundo hasta el sexto año de vida—,el proceso de adaptación es un ritual tan antiguo como los propios Círculos. “La adaptación toma 15 días. Todo depende del estado emocional de ellos, de sus características, de la relación que hayan tenido en el hogar”, explica Alba.
En el salón del segundo año, una educadora entona: “Arre caballito, arre arre”. Es el sonido de la rutina, que, según Alba, es fundamental para su desarrollo. “La repetición les da seguridad. Saben qué viene después: el desayuno, el juego, la siesta. Eso los hace sentirse en casa”.

Alba Álvarez, directora del Círculo Infantil Granito de Azúcar. Foto: Enrique González (Enro)/ Cubadebate.
Por su parte, en el Rosa Luxemburgo no es distinto. Allí se mezcla ese ritual con otro tipo de orden: el de un barrio que está dentro. De los 115 niños que atienden, solo 26 son hijos de empleados de la UIM. El resto proviene de familias de maestras, médicas y cuentapropistas. “Es para la comunidad”, enfatiza Medina.
El centro, que hoy cuenta con piscina, ventiladores y uniformes nuevos, se ha convertido en un espacio de intercambio: ”Una madre bailarina viene a enseñar danza árabe, y un padre pintor les muestra cómo mezclar colores”.
Pero incluso en este “oasis”, la paradoja es inevitable: una educadora gana 4 000 pesos al mes (menos de 20 dólares). “Muchas se van a casitas infantiles privadas o al turismo. Las que quedamos, creemos en esto”, admite Medina.
Otro reto importante es la falta de cobertura de los círculos infantiles. No obstante, se han implementado estrategias adaptadas a la situación económica del país.
La Directora de Educación de la Primera Infancia, María de Los Ángeles Gallo Sánchez, señaló el alto costo que implica la construcción de estos centros y explicó: “Por la atención a la dinámica demográfica, tenemos una priorización en la asignación”.
“En el país hay 25 municipios con un solo círculo infantil. Inicialmente eran 30, pero ya se han construido cinco. Los 25 restantes tienen planificada la apertura de una nueva institución antes de 2030, dado que la demanda poblacional así lo exige”, dijo Gallo Sánchez.
También mencionó proyectos de colaboración, como los financiados por UNICEF, que incluyen procesos de reparación. “UNICEF aportará recursos, y el gobierno de La Habana también destinará fondos para realizar reparaciones capitales en estas instituciones”, destacó.
Asimismo, aseguró que existe una alternativa para ampliar la cobertura: “Hemos retomado las casitas infantiles, una modalidad que, aunque no es nueva, permite aumentar las capacidades de atención. Aunque se habla mucho de ellas, aún existe desconocimiento sobre su funcionamiento”.

María de los Ángeles Gallo, Directora de Educación Primera Infancia.
Además de los círculos infantiles tradicionales, existen otras modalidades donde las madres pueden dejar a sus hijos mientras trabajan, como las casitas infantiles. Según Mayra Díaz García en el país hay 264 casitas infantiles creadas y que obedecen a una de las acciones del Programa Nacional para Adelanto a las Mujeres.
“La Federación ha tenido un papel protagónico al facilitar la incorporación de más mujeres al trabajo. Actualmente, más de ochenta niños —incluidos hijos de mujeres que no trabajan allí pero tienen tres o más hijos— reciben atención en estas casitas infantiles”.
Estas casitas son una modalidad de atención educativa que opera dentro de una entidad laboral. La misma entidad genera sus propios recursos y condiciones para mantenerlas, ofreciendo cuidado a los hijos o menores familiares de sus trabajadores. Mayra Díaz identificó, además, otras modalidades de atención a la primera infancia. Por ejemplo, el Programa Educa a Tu hijo.
El sistema cubano de atención a la primera infancia evoluciona con creatividad y solidaridad ante desafíos económicos y logísticos. Mientras las casitas resuelven necesidades inmediatas en áreas específicas, los círculos infantiles mantienen su relevancia como pilares de la educación. La sostenibilidad de ambos modelos dependerá de fortalecer alianzas comunitarias y priorizar recursos para garantizar el desarrollo integral de los niños.

Mayra Díaz García., Especialista Nacional de Prevención y Atención Social de la FMC.
Pero, ¿Qué pasa con los círculos privados —o guarderías privadas— que, aunque contribuyen al cuidado de los niños, operan fuera de la Federación?
Explicó que: “Actualmente, tenemos una demanda importante que requiere plazas en los círculos infantiles. Sin embargo, debido a limitaciones de espacio y otras dificultades, muchas familias deben recurrir a casas de cuidado, una opción que no es su preferencia, pues implica llevar sus propios materiales.
Cuba está perfeccionando sus círculos infantiles con nuevos programas y orientaciones metodológicas.
“Contamos con un proyecto educativo institucional que integra el trabajo con las familias y la comunidad, permitiendo que los padres propongan contenidos específicos para cada centro. Aunque mantenemos un currículo general, también existe la flexibilidad de adaptarlo a nivel institucional”, explicó María de los Ángeles Gallo Sánchez, directora de Primera Infancia del Ministerio de Educación (MINED).
El Rosa Luxemburgo también refleja los cambios en la pedagogía cubana. “Antes enseñábamos por áreas —lenguaje, matemáticas—. Ahora son dimensiones: comunicación, motricidad, estética”, explica Medina. ”Los niños de tercero quieren aprender lo de cuarto, y los de segundo, lo de tercero. El desafío es no quedarnos atrás”.
Los Círculos Infantiles siguen siendo un pilar de la educación temprana en Cuba, pero su sostenibilidad depende de mujeres que, pese a salarios insuficientes, mantienen viva la herencia de Vilma Espín. “El niño que entra al círculo aprende a ser independiente. Se vuelven muy autónomos”, reflexiona Alba mientras observa a los pequeños jugar.
La ironía no es amarga, es un hecho: estos espacios, creados para emancipar a la mujer, hoy dependen de su sacrificio. Pero, como bien dice Esperanza, “mientras haya niños que lleguen cada mañana, habrá un futuro que cuidar”.