
Por: Karla Vigoa Marrupe, estudiante de Periodismo.
La familia le encaminaba por calles más seguras, como trabajar en la tabaquería o estudiar en la universidad. Sin embargo, aquel 19 de enero de 1936 nació en tierras guantanameras un actor de pura sepa listo para dejar huella en la cultura cubana. El destino tenía reservado un futuro brillante para Mario Limonta Louit.
Su carrera despegó en el programa de aficionados “La corte suprema del arte”, donde ganó el título de Estrella Naciente. Este hito no solo marcó el inicio de su trayectoria en la radio y televisión, sino que lo catapultó a la fama. A lo largo de los años, Limonta se convirtió en un rostro familiar para millones de cubanos, especialmente por su memorable interpretación del Sargento Arencibia en “San Nicolás del Peladero”.
En 1965 llegó para Mario uno de los proyectos por los que más se le recuerda. Bajo la dirección de Alberto Luberta, “Alegrías de Sobremesa” alegró sobremanera a los oyentes de Radio Progreso. Aquel Sandalio dicharachero contagiaba hasta la médula sin importar edad.
Frases como “¡Ay, qué ricooo!” y “Esto es un manjar!” se convirtieron en parte del léxico popular. Limonta tenía la habilidad de transformar situaciones cotidianas en escenas hilarantes, siempre con un toque de picardía y autenticidad que lo caracterizaba.
Al ser tan versátil no se limitó a la televisión; también brilló en el cine y el teatro. Su primer protagónico en la pantalla grande fue en “La decisión” (1964), y la carrera cinematográfica incluyó obras reconocidas como “Asalto al tren central”, “Miel para Oshún” y “Barrio Cuba”.
Por su destacada labor, recibió numerosos premios que prestigian las artes en el país, incluyendo el Premio Nacional de Televisión en 2009 y el Premio Nacional del Humor en 2016. Estos galardones no solo reflejaron su habilidad actoral, sino también su capacidad para conectar con el público. Junto a su compañera de vida y trabajo, Aurora Basnuevo, creó momentos memorables que perduran en la memoria de varias generaciones.
Este sábado 18 de enero, la cultura cubana se vistió de luto con su fallecimiento. A pesar de su partida física, la esencia del querido Sandalio se mezcla con el patrimonio inmaterial de la isla. Sin dudas, es un verdadero símbolo de cubanía cuya memoria perdurará en el tiempo.