Carpentier y la convergencia de literatura, música y folclore (+ Video)

“La vida es un constante renacer de cenizas, una lucha perpetua contra la desesperación y el olvido”, diría Alejo Carpentier en su novela El acoso (1956). A 120 años de su nacimiento, volver sobre la obra del destacado escritor sigue siendo un modo de rescatar lo mejor de la literatura y la idiosincrasia cubanas.

A 120 años de su nacimiento, volver sobre la obra de Alejo Carpentier sigue siendo un modo de rescatar lo mejor de la literatura y la idiosincrasia cubanas. Foto: Tomada de la página en Facebook de la Fundación Alejo Carpentier.

Por: Yilena Héctor Rodríguez

Alejo Carpentier nació el 26 de diciembre de 1904 en Lausana, Suiza, de padre francés y madre rusa. Siendo muy pequeño su familia se trasladó a La Habana, donde pasó la mayor parte de su juventud y comenzó a mostrar inclinación por la música y la literatura.

Su carrera literaria despegó en la década de 1930, cuando se exilió en París debido a sus actividades políticas contra la dictadura de Gerardo Machado en Cuba. Durante su estancia en Francia se relacionó con importantes figuras del movimiento surrealista, que influyeron significativamente en su estilo literario. Luego regresaría a la mayor de las Antillas para contribuir al renacimiento cultural cubano.

En 1949, Carpentier publicó El reino de este mundo, novela icónica que narra la historia de Haití durante la revolución e introduce en la literatura el concepto de “lo real maravilloso”. Este estilo fue precursor del realismo mágico que inspiraría a autores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa.

Dicho enfoque literario se convertiría en una característica distintiva de su trabajo. “Lo real maravilloso comienza a ser evidente cuando surge de una alteración premeditada de la realidad”, diría el propio Carpentier, quien transformó la novela histórica tradicional y se convirtió en el maestro de la generación integrante del llamado “boom de la nueva narrativa latinoamericana”.

En su estilo literario integró conocimientos de la música clásica y popular, que le permitieron vincular a su obra elementos rítmicos y melódicos. Su pasión por la música se percibe fácilmente en las novelas Los pasos perdidos (1953) y Concierto barroco (1974).

La primera cuenta la historia de un músico que se embarca en una expedición en busca de instrumentos indígenas, y termina encontrando un mundo primitivo que contrasta con su vida en la civilización moderna. La obra es una reflexión sobre la identidad y la autenticidad en un mundo cada vez más dominado por la tecnología y la industrialización.

“La música, hija del silencio y del ruido, debía más a las leyes de la naturaleza que a las fórmulas de la Academia”, diría, mientras tanto, en Concierto barroco, obra que rinde homenaje a ese estilo musical y explora las conexiones culturales entre América Latina y Europa, desde temas como la identidad y el mestizaje cultural.

Foto: Archivo.

Aunque estos textos incorporan directamente la música como tema central o motivo recurrente, los conocimientos de Carpentier le permitieron ir más allá y aplicar conceptos musicales a su estilo de escritura. Su prosa a menudo reflejaba un flujo melódico y una estructuración similar a la de una composición musical.

Aunque estos textos incorporan directamente la música como tema central o motivo recurrente, los conocimientos de Carpentier le permitieron ir más allá y aplicar conceptos musicales a su estilo de escritura. Su prosa a menudo reflejaba un flujo melódico y una estructuración similar a la de una composición musical.

La forma en que construía sus frases y la fluidez con que narraba sus historias creaban una experiencia de lectura capaz de recordar a una pieza musical. Su estilo literario puede interpretarse como una especie de improvisación, similar a la del jazz, donde se permiten cambios inesperados y exploraciones creativas en la estructura de la narración.

Carpentier estudió profundamente la música afrocubana y jugó un papel crucial en la recuperación y valoración de la historia y el folclore de la mayor de las Antillas y el Caribe. A través de sus textos rescató historias y tradiciones que de otro modo podrían haberse perdido.

Una de sus obras más destacadas es El siglo de las luces (1962), novela que explora los efectos de la Revolución Francesa en el Caribe. A través de personajes complejos y una narrativa rica en detalles históricos y culturales, el escritor ofreció una visión fascinante de la interacción entre Europa y América Latina.

No fue un intelectual “desconectado de la realidad”, sino todo lo contrario. Novelas como El acoso (1956), por ejemplo, exploran las tensiones sociales y políticas en una ciudad latinoamericana durante una dictadura.

Propuesto en varias ocasiones para el Premio Nobel, fue descartado por razones políticas. No obstante, en 1977 fue el primer autor latinoamericano en recibir el Premio Cervantes, el galardón literario más importante en lengua castellana.

Carpentier ocupó varios cargos importantes en Cuba después de 1959. Fue nombrado vicepresidente de la Uneac, asesor de la Casa de las Américas y director de la Editorial Nacional de Cuba, donde jugó un papel crucial en la promoción de la literatura y la cultura más autóctona.

En su deseo de contribuir al desarrollo de una sociedad más justa y equitativa, desde su profesión, supo combinar magistralmente la literatura con la identidad cultural, creando un puente entre la historia, la música, el folclore y la narrativa.

Su obra ayudó a consolidar una identidad cubana rica y diversa, con textos que no solo contaban historias, sino que también evocaban sonidos, ritmos y sensaciones. Su legado literario es una especie de sinfonía escrita, que sigue resonando en la cultura universal, a más de un siglo de su nacimiento.

Cubadebate

Comparte si te ha gustado
Scroll al inicio