
Por: Lianet Pérez Sánchez.
Dicen que aquella madrugada del 27 de marzo del año 1851, hasta el más frío rincón de Bayamo se estremeció al escuchar en la ventana de María de Luz Vázquez, aquella pieza musical, llena de arrojo y pasión. Muchos afirman que desde ese día se convirtió en leyenda una canción que trascendería los umbrales de la ciudad y el tiempo para convertirse en ícono cultural de nuestro país.
La Bayamesa, fue compuesta por Fransisco Castillo, conocido como Pancho, enamorado de su esposa Luz Vázquez, dedicó en una serenata esta canción, de la que era coautor musical junto a Carlos Manuel de Céspedes, y el poeta José Fornaris del Castillo.
Archivos históricos demuestran que la Bayamesa se tocaba por las bandas criollas de la localidad, se cantaba por las damas y se tarareaba por los muchachos de la calle. En aquel entonces el pueblo, que acariciaba ya el sueño de la independencia , daba expansión a sus sentimientos patrios mucho antes de lanzarse a la lucha.
Historiadores afirman que La Bayamesa es uno de los ingredientes de la forja de la nacionalidad cubana. Nacida en aquel siglo XIX, una época de efervescencia del pensamiento independentista, abolicionista y anticolonialista, de los que fue también escudo la canción, y espada, al ser versionada en lo que se conoce como La Bayamesa Mambisa y entonarse de boca en boca en los campos irredentos como arenga para la guerra.
De esta forma surgió la más bella página musical del repertorio trovadoresco cubano, inspirada en una mujer bayamesa, cuya sublime belleza y proceder patriótico representa lo más raigal de nuestra cubanía.
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