Braulio Curuneaux, héroe de Guisa

Monumento levantado cerca del sitio exacto en el que murió en combate el capitán Braulio Curuneaux, en la loma desde la cual impidió el paso de los refuerzos blindados enviados de Bayamo a Guisa. Foto: Dilbert Reyes Rodríguez

Monumento levantado cerca del sitio exacto en el que murió en combate el capitán Braulio Curuneaux, en la loma desde la cual impidió el paso de los refuerzos blindados enviados de Bayamo a Guisa. Foto: Dilbert Reyes Rodríguez

Braulio Eustasio Curuneaux Betancourt nació en Soledad, actual municipio de El Salvador, Guantánamo, el 29 de marzo de 1929. Sus padres eran Fabián Curuneaux Trimiño y Luisa Betancourt Linares, el primero de ascendencia francesa y la segunda de emigrantes puertorriqueños.

Siendo apenas un niño cortó caña para el antiguo central Soledad. Desde pequeño lo apodaron Tito, y era travieso e inquieto. Tendría apenas cinco o seis años cuando su tío Félix Betancourt lo retenía, con distintos medios, para que no se escapara a la calle.

Como a todos los muchachos, le gustaban los juegos, hacer deportes y travesuras; y  concurría al cine, con un grupo, para ver películas mexicanas y de vaqueros. Le encantaba la cacería, que primero practicó con trampas y tirapiedras, y más tarde, con perros y un fusil.

Era un hombre enamorado, pero a la vez reservado. En su agitada y breve vida hubo tres mujeres que lo marcaron sentimentalmente: Lilia Esther Torres Moreno, su novia de cuando era soldado y sargento del Ejército; Rita García Reyes, a quien conoció en la Sierra Maestra, integrante del pelotón Marianas Grajales, y con la que sostuvo un intenso epistolario; y Emma Cintra Frías, la muchacha de Bajo Largo, en Las Mercedes, con quien se iba a casar.

El capitán Braulio Curuneaux. Foto: Archivo de Granma

Braulio era bajo de estatura, mulato y de complexión fuerte. Muy joven se alistó en el Ejército Constitucional, el 22 de marzo de 1948, en busca de un sustento. Fue ascendido a sargento el 10 de marzo de 1952.

Como miembro del ejército de la dictadura, estuvo presente en el ataque al cuartel Moncada, encabezado por Fidel, el 26 de julio de 1953. Junto a otros militares, mostró desacuerdo con los crímenes cometidos contra los asaltantes, motivo por el cual fue trasladado.

Prestó servicios en Holguín, y fue acusado por asalto y robo en Bayamo, por lo que resultó juzgado y condenado por la Causa 145 del año 1954. Guardó prisión en la cárcel de Boniato, de la cual se fugó, de modo espectacular, junto a Carlos Iglesias (Nicaragua), Raúl Menéndez Tomassevich y otros compañeros, el 30 de noviembre de 1956.

Se ocultó en varios lugares en la ciudad de Santiago de Cuba, se vinculó al Movimiento 26 de Julio y solicitó «subir» hacia la Sierra Maestra, para incorporarse al Ejército Revolucionario. Su seudónimo en la clandestinidad era Eduardo Rodríguez.

La autorización a su pedido transitó por una larga espera, hasta la decisión del jefe máximo, lógicamente por la procedencia de las filas del ejército batistiano. En tanto esperaba, Braulio dedicó tiempo a informarse, leyó La historia me absolverá, y desarrolló una simpatía singular por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, y por los combatientes que luchaban en las montañas orientales.

En varias ocasiones se entrevistó con René Ramos Latour y, con la aprobación de su incorporación a las filas rebeldes, hubo que esperar el momento más oportuno para su salida definitiva de la ciudad, varias veces frustrada por la recia vigilancia enemiga, y por tratarse de una persona conocida en las filas del ejército.

En la tercera semana de noviembre de 1957 se hizo realidad su deseo: disfrazado, y en compañía de Orlando Benítez y de Orestes Álvarez Calunga (Indio Sabú), partió hacia la Sierra, y en la zona de La Jeringa se incorporó al tercer refuerzo enviado por Daniel, que se dirigía al encuentro con Fidel.

En ese ascenso, inicialmente sin arma, formó parte de la escuadra de Ramón Paz Borroto, junto a los dos compañeros que hicieron el viaje con él. Finalmente, en el alto de Palma Mocha se produjo el encuentro con el líder guerrillero.

Como integrante de la Columna 1, tuvo su bautismo de fuego en El Salto; tomó parte en la operación en los llanos de Manzanillo, al mando del entonces capitán Raúl Castro Ruz; participó en las batallas y combates decisivos: Pino del Agua ii, San Ramón, Santo Domingo, Alto de Meriño, El Jigüe, Santo Domingo II, Las Mercedes, Cerro Pelado y Guisa. De esta última –también la batalla final de su vida– fue, junto a otros destacados combatientes, héroe indiscutible.

Braulio sobresalió por su destreza en el manejo de las ametralladoras calibres 30 y 50, y escribió leyendas con esas armas en las batallas y combates librados. Fue maestro de bisoños combatientes, gentil y sereno a la vez.

Por su valor y capacidad supo ganarse la confianza de Fidel y de Celia Sánchez, y la estima de sus compañeros.

No pocos fueron los mensajes cruzados entre Fidel y Curuneaux, en cuyos contenidos destacaban el respeto al Comandante en Jefe, la disciplina, la disposición y la valentía.

En la batalla de Guisa, y ante las difíciles circunstancias para hacer frente y frenar los refuerzos blindados que llegaban desde Bayamo, las palabras de respuesta de Braulio al jefe máximo –expresión de la firmeza que lo inmortalizó– fueron: «¡No pasarán, Comandante!».

En efecto, los tanques no pudieron atravesar las filas re­beldes. Bajo la direc­ción de Curuneaux, fueron rechazados, uno tras otro, los refuerzos enemigos. El fuego efectivo de su ametralladora contribuyó, de modo decisivo, a impedir el avance enemigo por la carretera de Bayamo a Guisa.

Sin embargo, la acción terminó por cobrarle la vida al extraordinario combatiente. El 27 de noviembre de 1958, su posición fue descubierta. Braulio había persistido en mantener su posición de fuego, bajo el riesgo cierto de que lo ubicaran. Un tanque Sherman lo localizó cercano a la Loma del Martillo, e hizo blanco en la trinchera defendida por Curuneaux, en la que combatió «como un león» –exclamó Fidel– al frente de su tropa.

Esa misma noche Fidel, Celia y otros compañeros de su Estado Ma­yor estuvieron en el sitio donde se le dio sepultura, junto a otros dos compañeros que estaban a su lado. En ese mismo punto se encuentra el monumento que perpetúa la memoria del destacado capitán rebelde. Aquella elevación lleva su nombre.

El Comandante en Jefe, gestor y conductor principal de la batalla de Guisa, expresó, con palabras conclusivas: «El más destacado oficial rebelde fue el capitán Braulio Curuneaux, veterano de numerosas acciones, que cayó, gloriosamente, defendiendo su posición en la carretera de Guisa, por donde no pudieron pasar los tanques enemigos».

Después de la lectura del parte rebelde sobre los resul­tados de la batalla de Guisa, incluida la noticia de la muerte de Brau­lio, la actriz, locutora y combatiente, Violeta Casal, leyó un poema titulado En la muerte de Curuneaux, el pri­mer militar que se sumó a los rebeldes.

Periódico Granma

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