
Pareciera que, por momentos, la naturaleza quedará vencedora. La fatiga de los hombres de las brigadas se nota en sus ojos, en sus manos marcadas por el trabajo y en su paso lento, pero firme.

Muchos afirman que queda poco; tenemos que terminar. Es su aliento diario al despertar a las 5:30 AM y enfrentarse a que no están en sus hogares, que las mañanas no las comparten con sus esposas, hijos y nietos.
Es duro para mí escucharlos y ver que, aun siendo hombres rudos, de sobrado coraje, valor y fidelidad a su trabajo, tienen el deseo de volver a casa triunfadores.

La naturaleza puede ser domada, y una trocha con machete limpio puede abrir los caminos de difícil acceso. El miedo a las tareas engorrosas nunca ha sido parte del equipaje de los linieros, y sus botas, que sostienen sus pasos, ya han domado los terrenos inhóspitos de Cuba.