Del pasado sangriento a la celebración mundial

El 1 de mayo es una fecha de gran importancia para los trabajadores, ya que se conmemora un aniversario más de la masacre a los Mártires de Chicago, un grupo de sindicalistas anarquistas que protestaron en aras de alcanzar reducirla jornada laboral a ocho horas.

Todo comenzó a finales de abril de 1886, cuando un grupo de obreros anarquistas inició una campaña en Chicago para lograr la jornada laboral de ocho horas, a pesar de trabajar 14 horas o más.

Para miles de hombres y mujeres, el día laboral comenzaba a las 4 de la madrugada y finalizaba a las 8 de la noche; los salarios eran insuficientes y apenas alcanzaban para subsistir mientras se mantenía un empleo en la industria.

En caso de cierre de la empresa, el destino para las familias obreras era el paro o la emigración.

Sus hijos trabajaban desde los 6 años, y las mujeres de noche para completar el salario familiar.

La miseria y la explotación eran un lugar común entre las clases trabajadoras, así como la represión policial.

No es extraño, por lo tanto, que los obreros intentaran terminar con esta situación. Según el sitio digital www.elblogsalmon.com en su artículo Un repaso a la historia del 1 de mayo Día Internacional de los trabajadores, la American federation of labor pretendió hacer valer la siguiente idea: “Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”.

“Con este lema, se escogió la fecha del 1 de mayo de ese mismo año para el inicio de la reivindicación.

La jornada de huelga fue seguida por miles de trabajadores y la mayoría de ellos lograron su objetivo con la amenaza de un paro indefinido.

Sin embargo, 340.000 obreros no consiguieron esta promesa y la huelga se prolongó en los días siguientes para lograr su objetivo”, describe el artículo.

Las jornadas de protestas de los días posteriores al 1 de mayo se desarrollaron con grandes turbulencias, sobre todo en la ciudad de Chicago, donde varios obreros y policías perdieron la vida en las protestas callejeras, algunos de ellos al explotar una bomba lanzada por los sindicalistas.

Cinco sindicalistas fueron ahorcados y tres condenados a cadena perpetua.

“El redactor Arbeiter Zeitung Fischer escribió una proclama, que posteriormente le llevaría a la horca, y que fue considerada un símbolo de la lucha contra el poder.

La octavilla decía lo siguiente: “Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado.

Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros.

¡Su sangre pide venganza! ¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros.

¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! “Es preferible la muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.

Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!. Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden…

¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!”.

La protesta pacífica de trabajadores fue reprimida violentamente por la policía, lo que llevó a la muerte de trabajadores y oficiales de policía.

La situación se tornó más caótica con el lanzamiento de una bomba durante una segunda marcha.

El agresor nunca pudo ser identificado y se sospechó que pudo tratarse de un provocador de la patronal.

La mayor democracia del mundo respondió brutalmente. Se desató de inmediato la furia policial y en pocos minutos los muertos obreros se contaban por decenas.

El saldo final fue de ochenta trabajadores fallecidos y doscientos heridos.

Finalmente, algunos sectores patronales aceptaron conceder la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros, poniendo fin con ello a las jornadas de protestas. 

En 1889 se reivindicó la jornada de ocho horas para todos los obreros del mundo en tanto la Conferencia Internacional de Trabajadores, reunida en París, acordó fijar el 1º de mayo de cada año como el día de los trabajadores, una jornada que deberá ser de lucha y recuerdo de sus compañeros, de aquellos «mártires de Chicago».

En la actualidad, una gran mayoría de países celebran el Primero de Mayo como el origen del movimiento obrero moderno.

EN CUBA La celebración por vez primera en la Mayor de las Antillas tuvo lugar en el año de 1890, tras los acuerdos del Congreso de la Segunda Internacional, efectuado en París, que estableció esa jornada como el Día de los Trabajadores con carácter internacional.

El movimiento obrero cubano durante la República Neocolonial dio muestras de su fortaleza en la lucha contra la corrupción y los gobiernos de turno en esa etapa, cuando ocurrieron la huelga de los aprendices (1902), la de la moneda (1907) y la del alcantarillado (1911).

Durante los años siguientes la exigencia de los derechos de los trabajadores igualmente fue una bandera esgrimida por dirigentes de la clase obrera y en no pocos casos conllevó a las marchas el día alegórico atravesadas por la represión, la persecución y el terror con saldo de sindicalistas muertos.

La etapa de la dictadura de Fulgencio Batista, de 1952 a 1958, impidió a la vanguardia de la clase proletaria celebrar su día internacional, y solo se permitió al líder de una organización fraudulenta opuesta a los principios de la CTC y a las peticiones de los sindicatos, Eusebio Mujal, tener el control de las actividades.

Tras el triunfo del 1 de enero de 1959, el Primero de Mayo ha resultado un día muy diferente y constituye una fecha de regocijo, de reafirmación y compromiso de los trabajadores a la Revolución cubana.

Anaisis Hidalgo

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