
El proyecto de molida se centra en la obtención de meladura y otros derivados como alcoholes, aunque no descartan la obtención de algún grano de azúcar, para lo que deberán primero garantizar los volúmenes de caña necesarios.
Hacia ese objetivo encaminan sus esfuerzos, no sin antes tropezar con varios obstáculos que hacen más compleja la tarea, pues a las limitaciones permanentes que impone el bloqueo relacionadas con el suministro de recursos, lubricantes y combustibles, se suman otras de carácter subjetivo que han de corregir oportunamente.
Por fortuna, las 93 medidas dictadas por la máxima dirección del país para revitalizar el sector azucarero ya comienzan a dar fruto en Bartolomé Masó, no solo en los campos sino también en el comportamiento de cada uno de los implicados en este proceso.
La siembra y el laboreo con buey, el cultivo manual, el aprovechamiento de la jornada laboral y mejoras en la atención al hombre de cara al surco, figuran entre las acciones emprendidas en cada cooperativa del territorio.
A ellas se suman el control estricto de cada recurso, la explotación de todo terreno cultivable y el incremento de la producción de semillas, sin las cuales es imposible la ampliación de nuevas áreas cañeras.
Las pretensiones son muy nobles y la estrategia está concebida, pero el avance será imperceptible si no se logran cumplir las siembras de la actual campaña de frío y si tampoco se consiguen elevar los rendimientos cañeros también muy por debajo de los niveles deseados.
Aunque la voluntad persiste y el buen ambiente reina, los azucareros masoenses tendrán que seguir desatando nudos a sus fuerzas productivas.
Solo así conseguirán reanudar las acciones fabriles del Bartolomé Masó Márquez cien años después de que en la campaña 1924 – 1925 del pasado siglo tuviese su primera molienda y con ello revitalizar un sector que todo este tiempo ha sido el embrión de la economía y la sociedad del territorio.