
La serie entre los Leñadores —que marchan delante 3-2— y las Avispas ha sido una auténtica locura, condimentada con todo: cuadrangulares espectaculares, errores costosos, remontadas, entradas extras y mucho, pero mucho corazón.
En cinco juegos han anotado entre ambas escuadras la friolera de 92 carreras, como si cada partido fuera un derby de jonrones y no una semifinal de un torneo selectivo.
Los santiagueros promedian a la ofensiva para .361 y los tuneros para .332. Cifras escandalosas que, por un lado, alegran a los fanáticos que disfrutan el espectáculo, pero que por otro dejan al desnudo un problema que ya es imposible de ignorar: la baja calidad del pitcheo cubano actual.
Abridores que apenas sobreviven unas entradas, relevistas que entran a apagar fuegos con gasolina y errores defensivos, han sido el pan de cada juego. Las Tunas ha cometido ocho pifias (.959 de average defensivo) y Santiago ¡doce! (.944). Y estamos hablando de una serie semifinal, supuestamente entre dos de los mejores equipos del país.
Aun así, qué emoción la de estos juegos. En tres de los cinco ha hecho falta una entrada extra para definir.
Las Avispas dejaron al campo a los Leñadores dos veces en su estadio Guillermón Moncada, ambas por batazos de Francisco “Paqui” Martínez: un hit en el juego tres y un soberbio jonrón con bases llenas en el quinto. Los tuneros también respondieron, con una victoria a última hora en el segundo partido gracias a un hit de oro de Yosvani Alarcón.
Las cifras también hablan de lo reñido del duelo: los bateadores de Las Tunas han impulsado la carrera del empate o ventaja en 13 ocasiones, los de Santiago en 12. Es decir, aquí nadie ha regalado nada. La serie ha sido una pelea de toma y daca, con dos equipos que se han dejado el alma en el terreno, aunque a veces les falle la técnica.
Todo esto ocurre en medio de una realidad que golpea fuerte al béisbol cubano: la fuga de talentos. Muchos de los mejores ya no están. Se han ido a otros países o están contratados en ligas extranjeras mientras aquí se disputa este torneo. Y eso se nota. Hay menos profundidad en las alineaciones, menos calidad en el montículo, y muchas veces se improvisa más de la cuenta.
Pero pese a todo, esta semifinal ha sido un espectáculo. El estadio ha vibrado, los aficionados no han parado de hablar del tema, y eso es una señal de que la pasión sigue viva. Porque cuando la pelota se juega con garra, aunque sea con errores y desorden, la fanaticada responde.
Ahora, con la serie 3-2 a favor de Las Tunas, todo está listo para que mañana se escriba un nuevo capítulo. Si ganan los Leñadores, se meten en la final. Si Santiago empata, nos vamos a un séptimo juego de infarto.
En la otra semifinal, los Tigres de Ciego de Ávila —los mejores de la fase regular— ya esperan en la final tras dejar en el camino 4-1 a Industriales.
Pase lo que pase, esta serie ya quedó para la historia. No por su perfección, sino por su intensidad.