Las naciones desarrolladas, grandes depredadoras de los recursos naturales siguen haciendo caso omiso.
Hace 32 años Fidel dijo que “Decenas de millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales”.
Las causas de aquel escenario se mantienen, la desertificación, deforestación de los bosques y salinización de los suelos afectan la capacidad de la tierra para producir alimentos, y por consiguiente dificultan la sostenibilidad de los países en desarrollo.
Al mismo tiempo la contaminación de los mares y las fuentes de agua potable, poco a poco convierten ese recurso en deficitario cuando crece la demanda de la agricultura y de los grandes núcleos poblacionales del mundo.
Ante este panorama, Cuba emerge con políticas ambientales como la “Tarea vida”, Plan de Estado para mitigar los efectos del Cambio Climático, no puede ser diferente en un país defensor de las tecnologías limpias y la sostenibilidad de la explotación de los recursos naturales.
En la mayor de las Antillas, además de las leyes que protegen a la naturaleza, los programas docentes contemplan la educación ambiental, como garantía de que las nuevas generaciones sean consecuentes con los recursos que heredarán.
No quiere decir que todo esta hecho en materia de protección y educación ambiental en Cuba, pero sí que hay voluntad política para poner los pocos recursos de los que dispone el Gobierno, en función de aportar al cuidado de la única casa de todos, la tierra.
Sobre las economías y gobiernos que controlan el consumo mundial, pesa la mayor responsabilidad en evitar que continúe vigente el último párrafo del discurso de Fidel en la Cumbre de la Tierra:
“Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”.