Y todavía los familiares de las víctimas y el pueblo claman por la aplicación de la debida condena de la justicia a los conocidos autores intelectuales del execrable hecho, en el país que los cobijó y los instruyó como viles sicarios y personeros de su política, donde murieron impunes y tranquilos.
Tal acto terrorista concebido desde el territorio estadounidense por los contrarrevolucionarios de origen cubano Orlando Bosch y Luis Posada Carriles era del conocimiento del gobierno de esa nación, el cual no hizo nada para evitarlo, de acuerdo con documentos desclasificados en regla por la propia Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de Estado.
Las razones son obvias, ayer y hoy, pues para nadie es secreto el negro prontuario de ambos personeros, quienes tuvieron tiempo de sobra de hacer carrera activa de torturadores, represores y corruptos, como cabecillas de la contrarrevolución en el más puro estilo sádico y mafioso.
Una trayectoria escalofriante, puesta al desnudo rampante y sin vergüenza no solo registrada en documentos oficiales o en notas de prensa, sino también en las denuncias de muchas de sus víctimas sobrevivientes de varios países de América Latina.
Lo inaudito no terminó con ese crimen horrendo y la impunidad de autores y ejecutores.
A 47 años del suceso y en tiempos en que la nación conmemora el 6 de octubre como el Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado, los hijos de esta tierra sufren el ultraje y las consecuencias de más mentiras y de la manipulación política en torno al tema.
Con la inclusión de Cuba en la espuria lista de “países patrocinadores del terrorismo”, el gobierno de Estados Unidos castiga a esta nación por su voluntad soberana, pretendiendo presentar a la víctima de su política genocida como victimaria.
A contrapelo de la mayoría abrumadora de la comunidad mundial, que lo ha denunciado en foros de la ONU, la región y en otros escenarios públicos, la falsa acusación no tiene un valor simbólico, sino que causa sufrimientos agudos al pueblo cubano, al obstaculizar el necesario intercambio comercial con el mundo y poner serios obstáculos a su desarrollo.
Quien ha venido observando o sosteniendo relaciones con el Gobierno cubano desde el triunfo de la Revolución hasta nuestros días, sabe de los acrisolados valores morales que sostienen su conducta, basados en ideales de justicia, equidad, solidaridad, tradiciones y en el celoso ejercicio del derecho internacional. Esto no es pura palabrería.
La práctica sostenida de un obrar solidario, repetimos, y de colaboración con numerosos países, sobre todo los que están en vías de desarrollo y los más necesitados, distingue los nexos de Cuba con su entorno geográfico natural, América Latina y el Caribe, y con el mundo en áreas tan decisivas para el desarrollo del humanismo.
Estas también son verdades como un templo que enaltecen la moral de los cubanos, quienes no suelen sentirse perfectos, pero luchan por ser mejores cada día.
De modo que esta tierra que ha perdido a tantos hijos a consecuencia de crímenes y atentados concebidos por el enemigo desde la Aurora de Enero, ni siquiera en una errónea “legítima defensa” y mucho menos en venganza, ha concebido jamás a ningún nivel gubernamental un acto de terrorismo.
Quienes la condenan y no cesan de urdir campañas mediáticas lo saben muy bien.
No olvidar la nefasta fecha del llamado Crimen de Barbados sigue siendo, ahora y para siempre, un deber sagrado, como parte de la lucha justa que anima cada día a los cubanos y como homenaje a todos los mártires de hechos tan horrendos.
De acuerdo con cómputos tres mil 748 compatriotas perdieron la vida en actos monstruosos de terrorismo y más de dos mil 099 han quedado mutilados o impedidos.
Este año habrá como siempre un recordatorio especial a los jóvenes deportistas que resultaron víctimas del abominable crimen, algunos de los cuales ni siquiera llegaban a los 20 años. Entre los fallecidos también estaban 11 guyaneses y cinco ciudadanos de la República Popular Democrática de Corea.
Y los familiares de los caídos nunca se cansarán de exigir justicia, como ya se dijo, aunque los oídos sigan sordos en este momento y se continúe engendrando patrañas increíbles contra la Revolución que ya no confunden a nadie justo o sensato, pero resultan muy dañinas cuando se convierten en medidas punitivas como las de hoy.
El crimen del 6 de octubre fue ejecutado por los venezolanos Freddy Lugo y Hernán Ricardo, quienes fueron apresados y sentenciados a 20 años de prisión. Los cuatro sombríos personajes mencionados en esta historia acumularon un impresionante accionar internacional gracias a entrenamientos y recompensas entregadas a ellos por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Recordamos al Líder cubano Fidel Castro, en la despedida de duelo realizada a las víctimas en la Plaza de la Revolución, ante los restos de ocho compatriotas hallados:
(…).”No eran millonarios en viaje de placer, no eran turistas que disponían de tiempo y de recursos para visitar otros países; eran humildes trabajadores o estudiantes y deportistas que cumplían con modestia y dedicación las tareas asignadas por la patria.
“En pleno vuelo el avión fue destruido por una carga explosiva a los pocos minutos de haber despegado del aeropuerto de Barbados. Con heroísmo indescriptible los bravos y expertos pilotos de la nave hicieron un supremo esfuerzo para hacerla regresar a tierra, pero el equipo, ardiendo y casi destruido, solo pudo permanecer en el aire unos minutos más”.
¡Gloria a estos cubanos que lucharon hasta el final con entereza y valentía! (Marta Gómez Ferrals, ACN)