Más allá de la labor que ha hecho por nuestro Patrimonio desde la Fundación Fernando Ortiz, desde la colección La Fuente Viva, desde la UNESCO, desde el Comité Internacional La Ruta del Esclavo, más allá del respaldo que ha dado al Museo del Castillo San Severino, al Proyecto Timbalaye y a todas las iniciativas destinadas a la salvaguarda del patrimonio material e inmaterial de la nación, hay que decir que toda la obra de Miguel, absolutamente toda, ha estado encaminada a salvar y a promover la memoria histórica y cultural de Cuba.
La vocación de Miguel por nuestra memoria no es algo colateral, no es un añadido a su trabajo intelectual, no es un atributo más, todo lo contrario: es algo central, determinante, en su modo de ver la vida, la cultura y la patria.
Aparte de ser un testimonio novelado deslumbrante, una especie de gran poema épico y eterno, ¿qué es Biografía de un cimarrón? Es, por supuesto, como todos sabemos, uno de los empeños más agudos y brillantes de fijar en la memoria de este país pasajes y figuras esenciales de nuestra formación y de nuestro crecimiento como nación.
¿Y no son empeños muy similares Canción de Rachel, Gallego, La vida real y toda su obra de lo que pudiéramos llamar su “narrativa etnográfica”?
¿Y Oficio de ángel, que es un relato mucho más personal, con una perspectiva autobiográfica, no indaga también en lo que somos los cubanos como pueblo, en nuestras raíces, en los nutrientes de esa “fuente viva” que es la identidad nacional cubana?
Sus ensayos, obviamente, son muy importantes, porque nos dan una respuesta mucho más estructurada a las preguntas que nos llegan desde sus relatos.
No es posible descifrar las claves del ser cubano sin la obra excepcional de Miguel. Continuó la misión de Fernando Ortiz, su maestro, su ángel tutelar, su ángel de la guarda; pero, gracias a la poesía, gracias a otro ángel, el ángel de la jiribilla, y al rechazo que hizo siempre Miguel de todo positivismo esterilizante, de todo academicismo rígido, logró abrir nuevos caminos, nuevas miradas, nuevos rumbos.
Al propio tiempo, de un modo oblicuo, pero muy penetrante, como una compañera traviesa de la narrativa y de la ensayística, la poesía de Miguel ha estado todo el tiempo visitándonos y hablándonos de nosotros, de nuestro destino, de nuestros orígenes, de aquello que Fernando Ortiz llamó cubanía.
Como gran poeta, como pensador, como cronista, como narrador, Miguel ha contribuido de modo sustancial a la acumulación que define nuestra cultura, nuestro ser nacional, nuestro patrimonio.
Miguel ha recibido todos los reconocimientos posibles en Cuba y en otros países de América y Europa; pero estoy seguro de que este Premio en específico lo hace particularmente feliz.
Porque distingue uno de los rasgos más señalados de su condición de gran intelectual humanista.
En este mundo en que se desprecia la herencia del humanismo, en que se fomenta la amnesia y la frivolidad y se rinde culto al instante, al presente, al destello sin resonancias, tenemos el privilegio de contar entre nosotros con Miguel Barnet, un Creador con mayúsculas, fidelista ciento por ciento, antimperialista, anticolonial, martiano, dueño de todas las claves para entender y querer a Cuba.
Felicidades, querido Miguel.