Aniversario 155 de la Asamblea constituyente de Guáimaro: Un suceso extraordinario y noble

Con los objetivos de discutir todo lo relacionado con la organización y desarrollo de la guerra de independencia, desencadenada por los cubanos de la región oriental en octubre de 1868, se reunió una asamblea con carácter constituyente, en el poblado de Guáimaro, en la comarca de Camagüey.

IMAGEN/ Tomada de Cubahora

Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador)

Entre el 10 y el 12 de abril de 1869, hace 155 años, tuvo lugar el magno cónclave con la presencia de dieciséis delegados de Oriente, Camagüey, Las Villas y Occidente.

La Constituyente la presidió Carlos Manuel de Céspedes, el primero en alzarse en armas, y el proyecto constitucional fue redactado por los abogados Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana.

A esta altura de los acontecimientos no había cuajado la unidad entre los líderes de las regiones sublevadas, existiendo de hecho dos gobiernos y dos banderas, porque los camagüeyanos se pronunciaron desconociendo la autoridad de Céspedes y con una estructura de mando diferente al centralizado de los orientales.

Carlos Manuel Céspedes era partidario de un mando único, mientras que Agramonte y Salvador Cisneros concebían que el mando militar estuviese supeditado a una Cámara de Representantes. Algunos conflictos estallaron entre ambas concepciones, donde los villareños se inclinaron inicialmente por el mando y el pabellón de los orientales.

Esta anomalía política y militar no podía extenderse por mucho tiempo, porque únicamente favorecía al gobierno colonial español, el que sacaba partido de la división entre los combatientes cubanos.

Perola lucha revolucionaria exigía establecer  leyes y principios concordantes acerca de cómo dirigir y llevar adelante la contienda en aras de la independencia y la libertad.

Después de arduos debates, en tres sesiones de más de cuatro horas, fue aprobado el código constitucional conformado por 29 artículos. Era un documento breve, sin capítulos y otras subdivisiones, concebido como provisional durante laguerra.

El territorio cubano fue dividido en cuatro estados: Oriente, Camagüey, Las Villas y Occidente; instituyó un gobierno presidencialista; creó una Cámara de Representantes, que no solo cumpliría funciones legislativas, sino que tenía la facultad de nombrar y deponer al Presidente de la República y al General en Jefe del Ejército Libertador, con lo que devenía en el poder supremo.

Los constitucionales pusieron por delante la igualdad y la justicia social, demostrado en el artículo 24: “Todos los habitantes de la República son enteramente libres”.

No bastaba con liberarse de España, era preciso demoler el régimen esclavista.

Detrás de esta concepción estaba la noción cespedista que la Revolución no podía ser sino una revolución social, profundamente radical.

Además, se aprobó adoptar como bandera nacional la que inicialmente enarboló Narciso López en 1851, a contrapelo de algunas de las opiniones de Céspedes.

Una vez constituida la Cámara de Representantes‒cuya presidencia recayó en Salvador Cisneros‒se eligió a Carlos Manuel de Céspedes como Presidente de la República y al general Manuel de Quesada como como jefe del Ejército Libertador.

Asimismo, entre sus primeros acuerdos estuvo que la bandera enarbolada por Céspedes al empezar la guerra estuviese siempre también en el salón de sesiones de la Cámara, como parte del tesoro de la República.

No reconoció dignidades, honores especiales, ni privilegio alguno y prohibió a la Cámara de Representantes que surgió de esta reunión atacar las libertades de culto, imprenta, reunión pacífica, enseñanza y petición, ni derecho alguno inalienable del pueblo.

ALGUNAS IMPORTANTES PRECISIONES

Por suerte, se cuenta con las actas originales de la Asamblea Constituyente de Guáimaro contentivas de las intervenciones y resoluciones de los miembros de la convención, las que fueron publicadas en el periódico El Cubano Libre en julio de 1869.

Ellas ayudan a desmitificar algunasaseveraciones que a pesar de los muchos años trascurridos se siguen repitiendo erróneamente: que la pragmática del Revolución nació con Guáimaro, como si los  decretos, resoluciones y disposiciones del Gobierno Provisional Revolucionario no contasen para nada; y que la patriota Ana María Betancourt intervino en los debates constitucionales.

La famosa defensa de los derechos de la mujer por parte Ana Betancourt fue mediante un escrito dirigido a la Cámara de Representantes, leído por el vicepresidente Ignacio Agramonte, el 14 de abril de 1869.

Ese mismo día en la noche, la insigne patriota habló personalmente en un mitin de reafirmación revolucionariaen Guáimaro.

Entre los acudieron a saludarla y elogiar sus palabras estuvo el presidente Céspedes, quien le dijo entre otras cosas: “El historiador cubano, al escribir sobre este día decisivo de nuestra vida política, dirá como usted, adelantándose a su tiempo, pidió en Cuba la emancipación de la mujer”.

El esclavo no fue enteramente libre, porque los mismos miembros de la Cámara mambí redactaron poco después el Reglamento de libertos,  que puso en práctica legalmente el trabajo forzado de los siervos.

De esta forma, la abolición de la esclavitud pasó a ser un eufemismo en las filas insurrectas.

Fue necesario que el Céspedes, usándolos poderes discrecionales de que gozaba por receso de la Cámara, enmendara este dislate al promulgar la circular del 25 de diciembre de 1870, la cual hizo efectiva la emancipación plena en los territorios liberados por los mambises.

TRASCENDENCIA DE LA ASAMBLEA LEGISLATIVA DE GUÁIMARO

Bastante se han divulgado los juicios de José Martí sobre el congreso patriótico de Guáimaro, donde ponderaba  el logro de la unidad revolucionaria y retrataba a Céspedes como un modelo de ciudadano al acatar las decisiones de la mayoría legislativa.

El Apóstol en prosa apasionada expresó que “en los modos y en el ejercicio la carta, se enredó, y cayó tal vez, el caballo libertador…” Pero de seguido aclaró: “…hubo yerro acaso en poner pesas a las alas, en cuanto a formas y regulaciones, pero nunca en escribir en ellas la palabra de luz”.

O sea, a pesar de las posibles críticas técnicas, doctrinales y políticas que pueden restarle mayor trascendencia, no deja de ser un  símbolo glorioso de la historia nacional y, particularmente, de la constitucional.

Otro gran líder cubano, Fidel Castro, también dejó importantes valoraciones de la trascendental asamblea. Al hablar en la velada conmemorativa por el centenario del inicio de la Guerra por la Independencia, celebrada en la otrora hacienda La Demajagua el 10 de octubre de 1968 manifestó: “En Camagüey los revolucionarios desde el primer momento proclamaron la abolición de la esclavitud, y ya la Constitución de Guáimaro, el 10 de abril de 1869, consagró definitivamente el derecho a la libertad de todos los cubanos, aboliendo definitivamente la odiosa y secular institución de la esclavitud”.

Cinco años después, el 11 de mayo de 1973, al rendir homenaje al mayor general Ignacio, a cien años de su caída en combate en Jimaguayú, en el mismo escenario, expresó: “En Guáimaro, población liberada, se reunieron los representantes de Camagüey, de Oriente, de las Villas y de La Habana para organizar la República, para hacer una constitución, para establecer determinadas formas de gobierno, para conciliar los criterios opuestos”.

Del cumplimiento de aquellos propósitos, reseñó: “Y allí nació la histórica Constitución de Guáimaro, la elección del Presidente de la República, de un General en Jefe, y el establecimiento de una Cámara de Representantes”.

Después de otros cinco años, el 15 de marzo de 1978, en la conmemoración del centenario de la Protesta de Baraguá, Fidel recordó: “En medio de la guerra desarrollaron una Asamblea Constituyente, algo verdaderamente extraordinario y noble. De aquella Asamblea surgió una forma de república, un gobierno, una cámara de representantes”.

En un político de tanta cultura histórica y juicios tan atinados sobre el devenir histórico cubano, no podían faltar las reflexiones atinadas e ilustrativas: “Y tal vez aquella forma de organización no era la más adecuada para organizar y dirigir la guerra, pero en aquellos tiempos eran los conocimientos que ellos poseían, las ideas prevalecientes, y cada uno de aquellos hombres imaginaba estar cumpliendo con su deber revolucionario y patriótico de la forma más cabal”.

A pesar de esas y otras limitaciones, en Guáimaro el movimiento revolucionario cubano dio un decisivo paso de avance en la formación nacional y en el desarrollo de la conciencia patriótica.

La Demajagua

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