
Abierta al público hasta agosto, la muestra de 20 piezas en la céntrica galería 23 y 12, del Vedado habanero, exige tiempo del espectador ávido de traspasar los detalles de cada trazo del acrílico sobre el lienzo, realizados por el autor entre 2023 y 2025.
Según Zardoya, su universo se rige por una gravedad diferente, como si sobrevivir se tratara de flotar, ingravidos, o de agarrarse para no naufragar.

En su narrativa «se hilvanan una serie de signos que mutan de lo individual a lo colectivo, a modo de una desafiante crónica social de la condición humana, esa atemporal, universal y a circunstancial».
Con mucha razón, a la entrada de la exposición un texto advierte que en su apuesta por una simplicidad solo aparente, Zardoya libera su obra del peso que otorgan los artilugios, las categorías y las definiciones, para conferir a lo corpóreo toda la capacidad de acción y movimiento.
Para Yahíma Rodríguez, curadora de este regalo a la vista y a la inteligencia, la exposición revela dos cualidades notables en la obra de este creador, «su eficacia como metáfora de cambio, de la búsqueda de armonía en medio de lo incierto, y su capacidad de constante transformación».
En opinión de la especialista, en estás «amplias crónicas visuales de la condición humana prima una gravedad diferente», a través de esos cuerpos que caracterizan su obra, «son cuerpos en estado puro, abiertos y vitales, en una coreografía incesante de gestos, tensiones y fluidez, que solo existen en un mundo más leve, sincero y libre».
Más allá de lecturas posibles, detrás de esta propuesta imagino a Zardoya, pincel en mano, gozando y sufriendo, pariendo geometrías infinitas, historias increíbles, alegrías, preocupaciones y tristezas, dejando en cada línea, en cada pedazo de tela, un poco de él.