Una vida sin monotonías

La celebración, cada 13 de agosto, surgió sin que alguien dictara un decreto o un estatuto. Nació espontáneamente, al adentrarnos en la historia de un ser humano distinto, con defectos y virtudes, que a menudo repetía, con Martí, que toda la gloria del universo podía introducirse en un simple grano de maíz.

Nos acostumbramos a verlo vestido de guerrillero eterno, con un rombo en los hombros, desafiando molinos que estaban más allá del horizonte.

Era difícil no encontrarlo en lo grande y lo pequeño, a cualquier hora del día, como si su reloj no se extenuara en la intensidad y en el agobio.

Era capaz de pronunciar un discurso vibrante de varios kilómetros, sin que le temblara la voz o se le asustaran las rodillas; de gastarse una broma en el momento menos imaginado, de hablar de lo terrenal o lo celeste y de viajar al futuro para contárnoslo de manera asombrosa.

Su vida fue constante torbellino, sin reposo y sin monotonías: desde que hacía travesuras entre los cedros de Birán, desde que pasó por incontables sufrimientos cuando de pequeño lo enviaron a estudiar a Santiago, desde que partió a la universidad habanera, donde se hizo más rebelde.

Lo vieron anotando canastas deportivas y sociales, escribiendo artículos profundos, siguiendo el camino de Eduardo Chibás, nadando por la bahía de Nipe entre tiburones- después de una expedición fallida-, rescatando la campana de La Demajagua cuando algunos querían convertirla en objeto de politiquería.

Asaltó cuarteles para sacudir a una nación entera, justamente en el centenario del Apóstol; dejó para el futuro una de las más brillantes autodefensas en el juicio por los sucesos del Moncada; navegó de primero en el yate que de cáscara de nuez se convirtió en uno de los mejores símbolos de la libertad cubana.

Desde aquel alumbramiento de 1926 no ha dejado de ser mencionado repetidamente; su nombre ha seguido incrustado en nuestras vidas en los momentos de turbulencia o de paz. Sus advertencias sobre el mañana no han dejado de latir.

Su nombre va en una paloma que se posa en un hombro triunfal, en un caballero que lucha contra ciclones o gigantes, en el significado multiforme y estremecedor de decir: ¡Fidel!

Osviel Castro Medel

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