Reforma Agraria: Inicio de una etapa nueva en Cuba (I)

“La Ley de Reforma Agraria se convirtió en todo un símbolo de lo que ha sido la Revolución”, señaló con justicia Fidel Castro en el acto central por el aniversario 40 de la promulgación de dicha norma, el 17 de mayo de 1999, en la Sala Universal de las FAR, en La Habana.

El pueblo demandaba la puesta en práctica de una Ley Reforma Agraria

Por Aldo Daniel Naranjo (Historiador)

El hecho había sido protagonizado en la Comandancia General de La Plata, en el corazón de la Sierra Maestra, a cuatro meses y medio del triunfo de la Revolución, el 17 de mayo de 1959, en presencia de cientos de campesinos serranos.

La disposición convirtió en dueñas de tierra a 250 mil familias campesinas, porque quien la trabajaba fue  amparado con su título de propiedad. A la pa,r obtuvo facilidades de créditos y seguros para el desarrollo económico y social.

La obra transformativa de la Revolución cumplió y sobrecumplió con creces lo que Fidel prometió en el Programa del Moncada.

SIN UN PEDAZO DE TIERRA PARA TRABAJAR

En su alegato de autodefensa en el juicio por los ataques a los cuarteles de Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el 26 de julio de 1953, publicado bajo el título de La historia me absolverá, Fidel elaboró un objetivo y novedoso concepto de pueblo:

“Nosotros llamamos pueblo, si de lucha se trata, a los seiscientos mil cubanos que están sin trabajo deseando ganarse el pan honradamente sin tener que emigrar de su patria en busca de sustento; a los 500 obreros del campo que habitan en bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto, que no tienen un pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubiera tantos corazones de piedras…”

Según el censo de 1953, realizado en el período de la zafra azucarera, solamente el 51, 5 por ciento de la población en edad activa estaba empleada.

En el momento de mayor demanda de fuerza de trabajo en el país, había más de 665 mil desempleados y subempleados, quienes representaban el 33 por ciento de las personas en edad laboral.

El desempleo, la falta de tierra para trabajar y la miseria en las masas de campesinos y obreros agrícolas conmovían a compasión al líder revolucionario, quien completó su medular noción de pueblo, agregando:

“… a los cien mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla; que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que no pueden amarla, ni mejorarla, ni embellecerla, plantar un cedro o un naranjo porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse.”

En otra parte de su autodefensa, Fidel señalaba las tristes páginas de los desalojos campesinos: “…el 85 por ciento de los pequeños agricultores está pagando rentas, y vive bajo la perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivables, está en manos extranjeras”.

En esa hora sombría para la Patria, el héroe del Moncada anunció que uno de los objetivos de la revolución en marcha sería establecer de verdad la reforma agraria. Ello significaba proscribir el latifundio, entregar la tierra a los que la cultivaban y acabar con los desalojos campesinos.

REVERTIR LA TIERRA AL CUBANO

La Constitución de 1940, en su artículo 90, disponía la proscripción del latifundio y la aprobación de una ley complementaria para establecer “el máximo de extensión de la propiedad que cada persona o entidad pueda poseer” y anunciaba restricciones para la “adquisición y posesión de la tierra por personas y compañías extranjeras”.

Es decir, reconocía legalmente la necesidad de evitar una mayor deformación estructural de la economía cubana con medidas encaminadas a “revertir la tierra al cubano”. Sin embargo, estas decisiones quedaron como letras muertas, simples anuncios demagógicos y politiqueros.

El censo agrícola nacional realizado en Cuba en 1945 por el Ministerio de la Agricultura y publicado al año siguiente, puso de manifiesto la existencia de 143 mil campesinos, de los cuales el 64 por ciento no eran dueños de las tierras que trabajaban. También mostró que 3,9 millones de hectáreas en manos privadas estaban ociosas o dedicadas a la ganadería extensiva de baja producción.

Los datos estadísticos de 1957 muestran que los desposeídos de terrenos constituían el 7 por ciento del campesinado.

Por laborar en áreas que no eran suyas, los trabajadores pobres tenían que pagar elevadísimas rentas en dinero o en especie a los hacendados y terratenientes, como en los tiempos de los señores feudales europeos.

Entre 1945 y 1958, las fincas mayores de 30 caballerías, equivalentes a 400 hectáreas, pasaron a ocupar del 60 por ciento al 73,3 de la tierra cultivable.

En este lapso ocurrió un fenómeno alarmante: el 8 por ciento de los propietarios poseía más del 70 por ciento de las tierras.

Para apoderarse de la tierra de los campesinos humildes, los geófagos nacionales y extranjeros se valían de jueces venales que justificaban el despojo del terreno donde trabajaban y tenían su bohío. Llegaba la guardia rural y, a “plan de machete”, los sacaba, sin importar que vivieran en los caminos sin ningún sustento.

El retrato de aquellas sombrías desigualdades económicas y sociales, Fidel lo ampliaba con la denuncia del dominio de la tierra por grandes compañías extranjeras.

En La historia me absolverá subrayaba: “En Oriente, que es la provincia más ancha, las tierras de la United Fruit Company y la West Indian unen la costa norte con la costa sur. Hay 200 mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar una vianda para sus hambrientos hijos y, en cambio, permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca de 300 mil caballerías de tierras productivas”.

Un estudio sobre la apropiación de la tierra en Cuba por empresas yanquis para negocios en las ramas azucarera, ganadera, maderera, ferrocarriles y servicios eléctricos, indicaba que los mayores propietarios eran la Cuban Atlantic Sugar, con 284 mil 401 hectáreas; la Cuban American Sugar Comp, con 143 mil 648; la American Cuban Refinig, con 136 mil 546, y la United Fruit Company, con 100 mil 340.

Muestra fehaciente del latifundismo y el monocultivo era que solamente 13 grandes propiedades norteamericanas poseían un millón 200 mil hectáreas,  casi siempre de las más feraces, y que nueve de los principales latifundistas azucareros cubanos controlaban 620 mil hectáreas.

La aplicación de una justa y necesaria ley de reforma agraria, obviamente, pondría punto final a los contratos leoninos y al pago de las altas rentas en dinero o en especie, al latifundio y a los desalojos campesinos.

No más abusos ni injustica con los humildes hombres del campo. El latifundismo campeaba por sus respetos, con tendencia al crecimiento a favor de la oligarquía nacional y las compañías extranjeras, fundamentalmente norteamericanas.

LA OBRA ESPERANZADORA DE LA REVOLUCIÓN

Las luchas de los campesinos pobres y los obreros agrícolas fueron fuertes y sistemáticas contra los terratenientes, latifundistas y monopolios agrarios extranjeros durante la dictadura de Batista.

El inicio de la lucha insurreccional en la Sierra Maestra,  en diciembre de 1956, encabezada por el líder popular Fidel Castro, contó con el apoyo incondicional del campesinado. Una vez consolidada la lucha antibatistiana y con la apertura de nuevos frentes de guerra en el país, la dirigencia revolucionaria  emprendió importantes cambios agrarios a favor de los campesinos sin tierras o explotados inmisericordemente por los terratenientes.

El programa agrario de las fuerzas revolucionarias contempló la redacción, en la Sierra Maestra, de la ley revolucionaria número 3 “Sobre el derecho campesino a la tierra”, firmada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, el 10 de octubre de 1958. Mediante ella las fincas de hasta 26 hectáreas se adjudicaban sin pago alguno a todos aquellos que las trabajaban como arrendatarios, aparceros y precaristas. A partir de su promulgación, comenzó a satisfacerse las esperanzas de más de 100 mil campesinos.

Aunque no abordaba el problema de la propiedad extranjera sobre la tierra ni preveía la liquidación del latifundio, declaraba, sin embargo, en su décimo tercer Por Cuanto, que sería tarea del futuro Gobierno de la República dictar una ley adicional que diera cumplimiento al artículo 90 de la Constitución de 1940.

Pero solo con la victoria de la Revolución, en enero de 1959, se amplió las transformaciones radicales en la estructura socioeconómica del campo.

El hecho más importante fue la firma de la Ley de Reforma Agraria, la primera en este sentido realizada en América Latina, la que transformó a Cuba completamente.

Fuentes: Fidel Castro Ruz: La historia me absolverá (edición anotada, 1993); Colectivo de autores: United Fruit Company: un caso del dominio imperialista en Cuba (1978); Leland HamiltonJenks: Nuestra colonia en Cuba (1966); y Guillermo Jiménez Soler: Los propietarios de Cuba 1958 (2008).

La Demajagua

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