“Mijaín”, el alma del gigante en la pantalla

Hay historias que no caben en una medalla, ni en cinco. Hay gestas sin termino con el silbato final del combate, sino comienzan precisamente cuando el silencio cae sobre la lona, y así es la vida de Mijaín López.

Por: Odette Díaz Fumero

Ese coloso nacido en la pequeña localidad de Herradura, en la occidental provincia cubana de Pinar del Río, ha sido una acumulación de proezas olímpicas, pero también de gestos sencillos, de raíces hondas, de humanidad a prueba de podios.

Esa esencia es la que busca capturar el documental “Mijaín”, una obra coral que, a punto de ver la luz, promete convertirse en mucho más que un homenaje audiovisual: será un regalo al alma colectiva del pueblo cubano.

En palabras exclusivas a Prensa Latina uno de los directores de la propuesta cinematográfica, Rolando Almirante, comentó que el proyecto está en los compases finales de la postproducción.

“Probablemente muy pronto, en las próximas semanas o en los próximos meses, las personas la puedan ver”, adelantó con entusiasmo.

La cinta, que reúne los esfuerzos de tres creadores —el realizador y fotógrafo Ángel Alderete, el periodista deportivo Héctor Villar y el propio director que comparte estas reflexiones—, nace del entrecruce de miradas: la del deporte, la imagen, y la del alma.

Cada uno se acercó a Mijaín desde su propia sensibilidad. “Yo me acerco desde el alma humana, Héctor desde el deporte, Alderete desde la fotografía”, confesó Almirante.

El resultado es un rompecabezas emocional que, lejos de seguir la linealidad aristotélica de causa y efecto, se arma en la mente del espectador como un tejido vivo, a saltos entre el pasado y el presente, entre las raíces y las alturas.

Un montaje que se resiste al esquema clásico de “llegó a París, compitió y ganó”, y prefiere, en cambio, mostrar los vericuetos que hay detrás de la hazaña: el hombre detrás del mito.Y es que “Mijaín” no es un retrato de bronce.

Es una inmersión en el ser humano que, pese a haber alcanzado lo nunca antes visto —cinco oros olímpicos en un mismo certamen—, sigue siendo el hombre de siempre: buen hijo, buen padre, amigo noble, cubano entrañable”, sentenció el creador.

La cinta lo muestra desde sus cimientos, desde la humildad que no se pierde, aunque se pise lo más alto del podio mundial.

Almirante sigue la historia, como quien no quiere contar todos los detalles, y descubrimos que a través de la cámara hacen un viaje lejos para acercarse más, desde Herradura hasta La Vega —su verdadero lugar de nacimiento—, desde la Ciénaga de Zapata donde vive la familia de su entrenador, Raúl Trujillo, hasta el corazón búlgaro de Teteven, santuario de altura donde el equipo cubano de lucha se entrena en las montañas.

Llegaron también a Novosibirsk, en la Siberia rusa, hasta donde el luchador de la nación caribeña viajó tras concluir las Olimpiadas, a rendir homenaje a su ídolo Alexandr Karelin, deportista del gigante euroasiático que compitió en lucha grecorromana; tres veces campeón olímpico, nueve triunfos mundiales y 12 ocasiones ganador europeo.

Y por supuesto, París, testigo de su quinta corona olímpica. La Habana, por descontado, es otro escenario esencial: la ciudad de todos, la de los retornos y las partidas.

Pero más allá de los espacios físicos, Almirante detalló que el documental recorre el mapa interior de un gladiador que sabe conservar su centro.

Tal es así que la cinta se apoya en voces esenciales: Leonor Núñez, su madre, y Raúl Trujillo “El Truji”, su entrenador, quienes sostienen el relato como columnas invisibles.

“Apoyan el tejido de esa historia a un nivel de excelencia humana inconmensurable”, afirmó el director.

Y es en ese equilibrio entre lo íntimo y lo heroico donde «Mijaín» encuentra su tempo.No es solo una película de lucha. Es un filme sobre resistencias, identidad, sobre esa fuerza que no se mide en kilos ni en títulos, sino en la fidelidad a uno mismo.

“Por momentos te ríes, por momentos te conmueves, llegas a cotas importantes de emoción”, enfatizó, al mismo tiempo agregó que entre esas emociones, alguien del medio audiovisual, tras verla, soltó una frase que se quedó flotando en el aire: “esto es un regalo para nuestro pueblo”.

Y así fue pensada, desde su génesis, el documental nació del deseo de saldar una deuda entre el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos y el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación de Cuba, en una colaboración gestada antes de París 2024, cuando aún no se sabía que Mijaín ganaría su quinto oro.

El equipo decidió seguirlo, acompañarlo, registrar cada espacio, cada paso e instante decisivo.

“Nosotros no nos movilizamos después que ganó la quinta medalla, estábamos allí con él, vibrando, sufriendo en el buen sentido de la palabra”, rememoró.

Porque sabíamos que contaríamos la historia de un gran cubano. Uno que, al levantar el brazo en la victoria, levantó también la dignidad de un país entero.

Con una duración de una hora y veinte minutos, y versiones previstas en español, inglés, francés y ruso, Mijaín se proyecta no solo como una obra documental, sino como un testimonio necesario.

“Una luz que se enciende desde la pantalla para que el mundo vea, más allá de las preseas, al hombre que, sin alardes, ha hecho historia”, resumió Rolando Almirante.

Prensa Latina

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