Las manos que sostienen la comunidad

En el corazón de Manzanillo, donde el sol calienta con fuerza la tierra fértil, vive María Rosa León, coordinadora de Patio La Rosita, un proyecto familiar y representativo de la agricultura urbana en la ciudad del Golfo, en la provincia de Granma.

Por Anaisis Hidalgo Rodríguez

Sus manos, curtidas por el trabajo, cuentan una historia de entrega que va mucho más allá de su parcela. Son las manos de una productora, una maestra, una madre, una abuela, una amiga. Pero, sobre todo, son las manos de una federada.

Recientemente, Rosita recibió el sello 65 aniversario de la creación de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).Esta distinción no solo es un reconocimiento a su excelencia como productora. Para Rosita, es la materialización de “65 años y más de trabajo, de mucho fervor patriótico”. Es el sudor compartido con su esposo bajo el sol inclemente, el apoyo inquebrantable de sus hijos, y la complicidad de vecinos que se convirtieron en familia. Pero, de manera profunda, ese sello lleva impregnado el sello indeleble de la FMC.

“¿Para qué la Federación?” le preguntan a veces algunas voces escépticas. Rosita solo necesita mirar a su alrededor para encontrar la respuesta. Su vida es la prueba viviente de que la FMC no es una cuota que se paga, sino una red que sostiene.

Rosita recuerda con una claridad que aún la emociona el caso del hombre desesperado que llegó a su puerta. “Nunca olvidaré su rostro de tristeza”, dice. Él, un padre angustiado, había escuchado que la Federación “existía”, pero no sabía muy bien qué significaba eso.

Con la esperanza última de quien no tiene a dónde más acudir, buscó a la secretaria de bloque, a Rosita.Le explicó su calvario: una hija que necesitaba una operación crucial, una niña que “nunca había tenido infancia ni juventud”. Rosita no dudó. Activó inmediatamente la red de la FMC.

No fue una ayuda burocrática o distante. Fue una movilización concreta y cálida: desde la Secretaria de la FMC en Manzanillo hasta las mujeres de base. Esa niña no solo recibió la operación que necesitaba, sino que también llegaron hasta su casa “blumer, bata de casa, chancleta, comida, carbón y todo”.

Ese caso, “súper delicado”, se resolvió porque la FMC es una organización con la estructura y el corazón para hacerlo. Es “la conductora de las familias”, especialmente de aquellas en situación de vulnerabilidad.

Rosita lo vivió en carne propia: la Federación es la institución que transforma la desesperanza en acción.

Hoy, Rosita dedica su energía no solo a producir alimentos para combatir la difícil situación económica, sino a ser un faro para su comunidad. Desde la Casa de Orientación a la Mujer y a la Familia, ofrece el apoyo que tantas veces necesita una sociedad “asfixiada por tantos problemas”. Invita a todos, especialmente a los jóvenes, a sumarse a la “linda tarea” de cultivar la tierra y cultivar la comunidad.

Su mayor deseo es que las nuevas generaciones comprendan que la FMC no es un vestigio del pasado, sino una herramienta vital para el presente y el futuro. “El trabajo hace falta, y el trabajo es creador”, afirma con convicción

Anaisis Hidalgo Rodríguez

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