
Acaba de producirse en Johannesburgo, Sudáfrica, un acontecimiento vital para la vida de una humanidad mutilada por la desunión, las guerras, los saqueos y las sanciones.
En la XV Cumbre de los Brics triunfó la unión y, con ella, la confianza, la cooperación y la paz.
Seis nuevos países Argentina, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Etiopía han sido aceptados como integrantes de este conglomerado de esperanza y vitalidad.
No se trata de una reunión de la otan, con Estados Unidos azuzando conflictos en algún país, ni de la Unión Europea secundando las decisiones del bloque militar o los dictados de Washington.
Nada tienen que ver los Brics, tampoco, con las políticas de un Fondo Monetario Internacional al servicio de Occidente, generoso «dador de préstamos» que luego convierte en deudas eternas e impagables, con las que extorsionan a los países.
En términos económicos, los Estados miembros de los Brics están convencidos de que el mundo no puede mantenerse atado al dólar, una moneda empleada no solo para comprar y pagar, sino para condicionar posiciones políticas, tumbar gobiernos, promover sanciones y cuanto se les ocurra a los defensores de la unipolaridad.
El Grupo de los Brics, más grande a partir de 2024, afianzará su capacidad de hacer frente a quienes se creen dueños del mundo, de su economía y de sus recursos.
Representará el 36 % del pib mundial y el 44 % de la población del planeta, en tanto ha recibido la solicitud de membresía de otros 20 países.
Así, con esta conjugación de unidad, cooperación y lucha por la paz y en beneficio de los pueblos, no hay duda del contrapeso determinante que significan los Brics para un mundo en el que urge poner freno a las guerras, al egoísmo, a las sanciones y a la desunión.