
Este año, las circunstancias de la vida primero lo llevaron a Guantánamo, como parte del contingente Desembarco del Granma, el cual apoyaría la restauración de los estragos en el cableado, ocasionados por Oscar en Baracoa, San Antonio del Sur e Imías.
En aquel lugar, las aguas arrasaron con todo a su paso. El panorama era desolador. Algunos techos yacían desgarrados, los árboles caídos y los postes de luz doblados, como si fueran de papel, mientras las viviendas y las calles enlodadas, esperaban por la restitución de la electricidad.
Durante 15 días, él y sus colegas colaboraron estrechamente con el objetivo de eliminar la inmensa oscuridad que los rodeaba. Con cada conexión de cable y cada poste erigido, sentían que estaban reescribiendo, con hebras de esperanza, la historia de aquellos que habían sufrido tanto.
Tras jornadas de dedicación pudieron restablecer el servicio a casi el 99 % de la población, un logro que resonó como un cántico de alegría tras la tormenta.
Sin embargo, la travesía de Silvio no concluyó ahí. Apenas tuvo tiempo de abrazar a su familia y de preparar su maletín, cuando el llamado del deber lo condujo a Caimito, en Artemisa. Aunque la geografía cambiaba, los desafíos eran los mismos: la lucha constante contra la devastación del tendido eléctrico, provocada por la implacable fuerza de la naturaleza.
«La tarea es ardua. El acceso a los lugares es restringido y, en su mayoría, debemos abrirnos paso a través de terrenos difíciles, apartando la vegetación para proseguir con las labores», señala este consagrado ingeniero de la Empresa Eléctrica de Granma.
Allí, en Artemisa, Silvio supo de la noticia de los dos sismos que sacudieron a su tierra natal, Pilón, el pasado 10 de noviembre. Los efectos dañinos de esos temblores se hicieron evidentes en su hogar y en el de sus padres, en los que se afectaron electrodomésticos, se hicieron grietas en las paredes y se desplomaron algunas columnas.
Aun así, sin dejar de estar al pendiente de los suyos, y de cómo se recuperan del duro golpe de los sismos, Silvio es consciente también de la responsabilidad que recae sobre sus hombros y, en momentos de adversidad, el compromiso con la Empresa Eléctrica y la comunidad siempre adquiere una relevancia aún mayor.
Por eso, sin titubear, él y sus colegas piloneros se ajustan los overoles y trabajan incansablemente con la determinación de restablecer el servicio eléctrico en Artemisa. Sabe que allí, detrás de cada línea que se repara, hay una familia aguardando, ansiosamente, por la luz.