
Sus enseñanzas y pasiones moldearon cada personalidad, otorgándoles una identidad sólida y destrezas para afrontar los desafíos de la vida. En este 8 de septiembre nos acercamos a su legado como padre, conmemorando el decimotercer aniversario de su fallecimiento.
José Ángel Carbonell Corrales (hijo): Mi padre fue mi maestro, mi mentor y guía espiritual.
“De niño me llevaba el periódico y me inspiró desde chiquito el amor por la lectura, tan es así que antes de los 15 años ya había leído las Obras completas de José Martí y otros importantes escritores cubanos y bayameses como José Joaquín Palma, Juan Clemente Zenea.
“Me inculcó también la tradición familiar, la tradición bayamesa, el estudio de la historia a través de libros como La revolución de Yara, de Fernando Figueredo; Bayamo, de José Maceo Verdecia, que me fueron impregnando ese amor hacia esta ciudad y hacia lo patriótico.
“Contaba de su peregrinar revolucionario. Desde muy joven se involucró en la lucha revolucionaria. Participó en la lucha contra Batista e integró el Movimiento 26 de Julio por cuyas actividades sufrió persecución y exilio.
“Siendo el primer tesorero del Ayuntamiento de Bayamo tras el triunfo revolucionario, sus compañeros de lucha le hicieron varias propuestas para quedarse en la capital, pero mi padre renunció a todas porque tenía un profundo amor hacia esta tierra, hacia sus tradiciones y hacia la historia. Eso habla de su sencillez, su modestia y su arraigo a esta ciudad, la mayor obsesión de su vida.
“A pesar de haber estudiado Comercio fue un gran intelectual, prácticamente autodidacta. Conservaba en su biblioteca libros de los clásicos españoles, rusos, norteamericanos, cubanos que le imprimieron una amplia formación intelectual.
“Le apasionaba el ajedrez. Desde adolescente tuvo afición a criar perros y canarios, y poseía una amplia bibliografía sobre estas especies.
“También tuvo vocación de escritor. Escribía en los periódicos de la época y cultivó su pasión periodística. Era poeta. Sus poesías son maravillosas, particularmente una dedicada a Bayamo. También hay otras inspiradas en la familia y la mujer bayamesa”.
Ofelia de la Caridad Carbonell Corrales (hija): “Uno dice que hay madre y padre, pero por circunstancias de la vida el padre a veces se convierte en madre también. Yo tuve esa vivencia.
“Papi era hipercariñoso, hiperexigente con nuestra forma de actuar. Todo lo fiscalizaba, pero detrás de esa obsesión familiar de que sus hijos fueran hombres y mujeres de bien y cumplieran con la sociedad, detrás de ese carácter recto e impetuoso, había un hombre muy dulce.
“Era muy familiar, muy cariñoso, muy de familia. Con solo mirarte sabía lo que tú necesitabas.
“Nunca tuvo una queja de nosotros. En los estudios fuimos excelentes, mi hermano, ¡por favor!
“Yo era la del medio entre mi hermano José Ángel y Natacha . Eso me hizo crecerme ante las dificultades que la vida misma le impuso a la familia.
“Todo lo que soy y lo que pude aprender en todos los aspectos se lo debo a él: cómo enfrentarme a la vida, el ver las cosas positivas. Hay un dicho que siempre me decía, `hija mía, si la vida te da limón; haz limonada’. Era su forma de decirme, a la vida tienes que meterle el pecho.
“Me enseñó a tener prioridades en la vida y que ante todo está la familia, por eso no puedo ver a nadie de mi familia con un dolor que yo no corra o que yo no esté, porque eso fue lo que yo aprendí de él.
“Recuerdo que me decía: ‘Si tu hermano tiene un dolor no puedes salir. Tienes que ver que tu hermano se cure, después saldrás. No el desarraigo que se vive hoy, y no creo que sea una cuestión de problemas económicos. Es una cuestión de principios, de que el problema de uno sea el problema de todos. Eso se ha perdido.
“Mi hermano es un poco más introvertido. Es la parte intelectual de mi papá; yo soy más abierta y eso me lo enseñó mi papá: a tocar puertas, a dar la cara, a luchar, a llamar las cosas por su nombre; mi hermano es un poco más medido en ese aspecto.
“Yo creo que yo soy un poco más de mi papá y mi hermano es un poco más de mi mamá, aunque indudablemente sacó esa consagración por el estudio, ese amor por su Bayamo.
“José Ángel, mi hermano, es una enciclopedia viva. Nunca sabes todo el caudal de conocimientos que atesora, y mi papá lo era; pero nunca dijo yo sé. En ese aspecto siempre fue modesto, sencillo. Hablaba con los hechos y eso fue lo que nos enseñó.
“Papi era un excelente padre y abuelo, con lo poco que pudo disfrutar a sus nietas. Tan es así que cuando pierde la vista como no podía escribir, ponía a las nietas que tenían un quinto o sexto grado, a copiar lo que él les dictaba. Se sentaba en aquel balance colonial (comprado con la remuneración del premio Bayamo) y se ponía a hablar de Bayamo.
“Fue muy servicial. No podías tocarle y decirle que tenías un problema, porque se desprendía de lo que tuviera para dártelo. Mi mamá a veces se disgustaba, decía que la iba a dejar sin nada. Pero papi era así, sin ningún vínculo a lo material. Su concepto es que uno debía aferrarse al espíritu, al alma; a las cosas que te ennoblecen, te dan belleza interior y deseos de vivir.
“La casa era una escuela. En la última etapa de su vida, recibía muchas visitas de personas que querían saber de Bayamo, yo tenía que dar citas para obligarlo a respetar los horarios de almuerzo o comida. Él me decía: ‘Hablar de Bayamo me alimenta. Me hace bien, además, recuerda que uno está por una función y no se puede perder lo que se ha logrado’; por eso me duele Bayamo, en lo que se ha convertido, ver cómo lugares históricos y patrimoniales que se concibieron con un objetivo histórico – educativo se han convertido en epicentros de ventas de bebidas alcohólicas.
“Con la pérdida de la visión escuchó mucha radio. Era un crítico exhaustivo de cuantos errores e incoherencias se dijeran por micrófono. En aquel entonces los equívocos eran frecuentes, no existía la tecnología digital, la internet, por lo que los locutores estaban propensos a cometer errores. En ese tiempo mi padre contaba con algo mucho más poderoso: la narrativa oral. Papi tuvo la oportunidad de chocar con las personas que vivieron y materializaron los hechos y entrevistó a muchos bayameses que vivían dentro y fuera del país”.
Las pesquisas de Carbonell en documentos, actas capitulares y testimonios vividos por personas de aquella época, le valieron para sostener la sección Con el polvo del archivo, en el periódico La Demajagua y escribir el libro Estampas de Bayamo, texto que plasma las tradiciones y la historia de la Ciudad Monumento Nacional.
“Papi era el horcón de la familia; el todo para todos; el resuelve problemas de todas las personas. En pocas palabras: excepcional.”