Llegó a bordo del vapor Belgenland, procedente de New York, para hacer una breve escala en La Habana y continuar al día siguiente rumbo a San Diego, por la vía del canal de Panamá, recuerda el profesor Luis E. Ramos Guadalupe, Coordinador de la Comisión de Historia, de la Sociedad Meteorológíca de Cuba.
En una cronología, facilitada a la Agencia Cubana de Noticias sobre su breve estancia, señala que ya era ya un hombre sobradamente conocido por su enigmática teoría de la Relatividad y por haber recibido el premio Nobel de Física en 1921.
Como es de suponer, continua, su corta estancia en nuestra tierra no le permitió ver más que algunas partes de la ciudad y sus alrededores.
Añade que estuvo acompañado por su contraparte, el ingeniero cubano José Carlos Millás, director del Observatorio Nacional; visitó la famosa tienda El Encanto; el hotel Plaza; el Mercado Único; y recorrió algunas partes de Rancho Boyeros.
Sin embargo, subraya, lo que más llamó la atención consistió en su empeño en conocer los humildes barrios marginales de “Pan con Timba” y “Llega y Pon”, e intercambiar con los pobres que allí malvivían.
Evoca el hecho de que visitó la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Natrales de La Habana, donde reciprocó el saludo de los intelectuales y de la prensa habanera; pero contrariamente a lo afirmado por algunas personas llenas de buenas intenciones, no pronunció conferencias ni discursos: sólo saludó a la comunidad científica reunida en su honor y agradeció brevemente a sus anfitriones de la Sociedad Geográfica de Cuba.
Al visitar la sede de la antigua academia, el científico alemán escribió en el Libro de Oro de la Sociedad Geográfica las siguientes frases que continúan siendo un paradigma en el mundo contemporáneo: “La primera sociedad verdaderamente universal fue la sociedad de los investigadores. Ojalá pueda la generación venidera establecer una sociedad económica y política que evite con seguridad las catástrofes”.




