La savia nueva que mantiene la obra

En el marco del aniversario 60 de la constitución del primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba, las historias de vida de sus militantes se convierten en el testimonio más elocuente de la obra de la Revolución. Una de esas historias es la de Leandro Céspedes Noguera, un manzanillero de pura cepa, cuya vida es un entramado de vocación, servicio y legado familiar.

FOTO/ Yanelkys Llera Céspedes

Formado como licenciado en Pedagogía en la especialidad de Historia, Leandro no solo aprendió de fechas y procesos; comprendió que la historia la forjan las personas, y que su lugar estaba en la primera línea de esa construcción. Desde su etapa estudiantil, un liderazgo natural y una profunda vocación por la dirección política marcaron su camino. Su carrera no fue una elección casual, sino la convergencia de un carácter formado para guiar y una disciplina académica que le enseñó a entender las raíces de su pueblo.

Su militancia en el Partido, que ya cumple una década, fue el cauce natural para esa vocación. Desde 2020, como miembro profesional, convirtió su convicción en su oficio. La superación en la Facultad del Partido Desembarco del Granma no fue solo una acumulación de cursos, sino la forja de un arsenal de herramientas para servir mejor.

El fruto de su preparación llegó con su designación como coordinador político de los consejos populares La Demajagua y San Francisco, en la Ciudad del Golfo. Para Leandro, este rol es mucho más que un cargo: es la esencia del trabajo político. Se convirtió en la mano derecha del primer secretario del municipio en esas demarcaciones, con un trabajo muy cercano al pueblo.

«La esencia está en identificarte con los problemas de la gente. A veces la solución no está en nuestras manos, pero cuando el pueblo se siente escuchado y apoyado, camina contigo para encontrarla», afirma con la seguridad que da la experiencia.

Su formación como pedagogo le dio el don de la palabra y la paciencia para el diálogo. Pronto, por las arterias de Manzanillo, se hizo imposible que caminara sin que alguien lo detuviera, no solo para plantearle un problema; a menudo, era para proponer una solución.

«El pueblo es el más sabio», repite como una máxima, y en esa sinergia, encuentra la fuerza para enfrentar desafíos titánicos, como la preparación y recuperación tras el paso de varios huracanes, donde la organización comunitaria fue clave.

Su capacidad lo llevó a un mayor desafío: asumir la coordinación política del consejo popular Jesús Menéndez, en Bayamo, uno de los más extensos e industrializados de la ciudad. Cambió la geografía, pero no su método. Desafiando calles y distancias, llega a cada lugar, a cada centro de trabajo, a intercambiar con las masas. Su objetivo es claro: construir una «química de equipo», ese intangible capaz de mover montañas.

Paralelamente, avanza en su Maestría en Dirección Política, enfocando su investigación en un tema que vive a diario: la comunicación con el pueblo. En este punto, se vuelve contundente.

«La comunicación y la información oportuna son nuestras armas principales para enfrentar la guerra mediática. Cuando el pueblo tiene acceso a la información veraz, oportuna y rápida, empieza a identificarte como la fuente confiable. Te busca para consultar y contrastar. Ese es el blindaje ideológico más efectivo», señala.

Reconoce la deuda y el desafío: «Debemos caminar a la par de las nuevas tecnologías. Usar más las redes sociales, porque es allí donde hoy, cerca del 84 % de nuestro pueblo consume las noticias. Perfeccionar la comunicación no es una opción, es una necesidad de la defensa nacional».

Estos nuevos saberes se entrelazan con las enseñanzas más antiguas y profundas: las de su abuelo, fundador del Partido y militante hasta su último aliento.

«Mi abuelo me enseñó que el hoy es mi Granma, es mi Sierra Maestra. Me inculcó que debo hacer cuanto pueda por preservar la paz de mi país, porque la Patria está primero».

En Leandro Céspedes Noguera late el espíritu de aquellos fundadores, pero traducido al lenguaje de los desafíos contemporáneos. Es un hombre puente: entre la historia y el presente, entre la dirección y la base, entre el legado de su abuelo y el futuro que construye día a día, con cada intercambio, cada problema resuelto y cada verdad compartida. Su vida es la prueba de que la Revolución, más allá de un hecho histórico, es un acto de servicio.

Anaisis Hidalgo Rodríguez

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