En este aniversario 97 del nacimiento de Fidel me permití volver a él, recurriendo a preguntas y reflexiones que llenaron de contenido sus intervenciones en seis escenarios internacionales donde tuve el privilegio de asistir como periodista.
En todos los casos conocí al Fidel inmenso, al líder querido por amigos y respetado por adversarios, el genio que tanto ejemplo sembró en su largo y fructífero paso por la historia.
Ese es el Fidel al que debemos recurrir todos los días, el del optimismo y la esperanza, y la seguridad en la victoria como única alternativa.
Era el 16 de noviembre de 1996, en la sede de la fao, en Roma, Fidel acudió a la Cumbre Mundial sobre Alimentación. Su discurso fue breve, como establecen las normas de protocolo.
Se hablaba de la situación alimentaria, el hambre que padecían millones de personas, y de otros azotes, de esos que, todavía hoy, no están resueltos.
Ante una propuesta para reducir el hambre, Fidel advertía entonces: «¿Qué curas de mercurocromo vamos a aplicar para que dentro de 20 años haya 400 millones en vez de 800 millones de hambrientos? Estas metas son, por su sola modestia, una vergüenza».
Luego cuestionaba: «¿Por qué se invierten 700 000 millones de dólares cada año en gastos militares y no se invierte una parte de estos recursos en combatir el hambre, impedir el deterioro de los suelos, la desertificación y la deforestación de millones de hectáreas cada año, el calentamiento de la atmósfera, el efecto invernadero, que incrementa ciclones, escasez o excesos de lluvias, la destrucción de la capa de ozono y otros fenómenos naturales que afectan la producción de alimentos y la vida del hombre sobre la Tierra?».
Ya el 2 de septiembre de 1998, el líder de la Revolución Cubana, en la xii Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, efectuada en Durban, Sudáfrica, hizo un llamado a que «la Organización de Naciones Unidas debe ser reformada y democratizada. La dictadura del Consejo de Seguridad debe cesar.
A la Asamblea General debe reconocérsele los derechos que le corresponden por reunir en ella a los representantes de todos los Estados del mundo. El Consejo debe ampliarse en proporción al número actual de países; los miembros permanentes deben duplicar y hasta triplicar, si es necesario, el número actual».
De igual forma, Fidel exigió que «cesen los bloqueos económicos contra cualquier país. Privar de alimentos, medicinas y medios de vida a millones de personas, incluyendo mujeres, ancianos y niños, constituye un acto terrorista de extrema crueldad y un verdadero genocidio».
El Comandante en Jefe advirtió que «muchas cosas tienen que cesar, y para ello primero que nada tienen que cesar entre nosotros la desunión, las guerras étnicas y los conflictos entre nuestros pueblos…».
En América Latina, un escenario en el que el líder de la Revolución Cubana brilló por su valentía, su desafío a adversidades, incluso cuando implicaban riesgos para su propia vida, fue el de la X Cumbre Iberoamericana, celebrada en Panamá, el 17 de noviembre del año 2000.
Un acto solidario organizado por grupos panameños amigos de Cuba, en el Paraninfo de la Universidad, donde hablaría el Comandante en Jefe Fidel Castro, era, a la vez, el macabro objetivo planeado por terroristas cubanos radicados en Miami, con el financiamiento y la implicación directa del Gobierno estadounidense, en contubernio con algunas autoridades panameñas.
El plan fue abortado por los servicios de inteligencia cubanos y la denuncia oportuna de Fidel a su llegada a Ciudad de Panamá. Luis Posada Carriles y otros implicados fueron denunciados por el propio Comandante, y el gobierno local no tuvo otra alternativa que proceder a su apresamiento.
Luego, Fidel asistió, puntualmente, a las sesiones de la X Cumbre Iberoamericana, y allí, comenzó su discurso con un reconocimiento a la presidenta anfitriona, Mireya Moscoso, por la idea de que la cita tuviera como centro el lema de «Unidos por la Niñez y la Adolescencia, Base de la Justicia y la Equidad en el Nuevo Milenio».
Recordó, que, en esos momentos, «el número de pobres en América Latina y el Caribe alcanza ya un 45 % de la población total, suman 224 millones de personas, y de ellas 90 millones son indigentes. Más de la mitad del total de pobres e indigentes son niños y adolescentes».
Y ejemplificó: «…si la tasa de mortalidad infantil de América Latina y el Caribe fuera similar a 6,4 por cada 1 000 nacidos vivos en el primer año de vida, y a 8,3 de 0 a 5 años, alcanzada por la Cuba aislada, hostigada y sometida a una implacable guerra económica durante más de 40 años, casi 400 000 niños habrían sobrevivido cada año; el 99,2 % tendría cobertura de educación preescolar; el 99,9 % estaría matriculado en las escuelas a los seis años de edad; la retención de primero a sexto grado sería de 99,7 %; se habría graduado el 98,9 % del total ingresado en primer grado; de ellos se habrían matriculado en el nivel secundario el 99,9 %; en el nivel medio superior el 99,5 % de los graduados de secundaria; habrían obtenido primeros premios en las Olimpiadas de conocimientos; no habría alumnos requeridos de enseñanza especializada sin escuelas; no existirían analfabetos; el nivel educacional promedio de la población adulta estaría por encima de nueve grados escolares; no se vería un solo niño de menos de 16 años trabajando para sobrevivir».
Otro tema y otro contexto, fue el de la lucha contra el racismo, abordado en la Cumbre Mundial, celebrada en Durban, Sudáfrica, el 1ro. de septiembre de 2001.
Fidel comenzó su profunda reflexión, con la siguiente convicción: «El racismo, la discriminación racial y la xenofobia constituyen un fenómeno social, cultural y político, no un instinto natural de los seres humanos; son hijos directos de las guerras, las conquistas militares, la esclavización y la explotación individual o colectiva de los más débiles por los más poderosos a lo largo de la historia de las sociedades humanas».
Y recordaba: «Lo real e irrebatible es que decenas de millones de africanos fueron capturados, vendidos como mercancía y enviados al otro lado del Atlántico para trabajar como esclavos, y que 70 millones de aborígenes indios murieron en el hemisferio occidental como consecuencia de la conquista y la colonización europeas».
EL CARIBE QUE NOS UNE
Memorables han sido los encuentros de Fidel con los líderes y pueblos del Caribe. En Barbados, el 8 de diciembre de 2005, se celebró la Segunda Cumbre Cuba-Caricom.
Fidel recordó allí que «en la base de la mayoría de los conflictos de nuestra época: las ilegales guerras de conquista y pillaje, la destrucción del medio ambiente y el agotamiento de los recursos naturales, el terrorismo, los conflictos locales, la migración ilegal y el narcotráfico, entre otros, hallaremos siempre una relación entre la persistente pobreza y marginalidad predominantes en los países del Sur, y las políticas de las naciones más ricas y desarrolladas del planeta que, cada vez más egoístas y soberbias, aumentan sin cesar su riqueza a costa del empobrecimiento del Tercer Mundo».
Y quiero concluir este breve repaso de reportes que hice en estos seis momentos de visitas de Fidel a Cumbres y otros eventos internacionales en países de África, Europa, América Latina y El Caribe, con algunas de sus palabras durante un discurso en la Plaza Sam Sharpe, en Montego Bay, Jamaica, el 29 de julio de 1998.
«Nos sentimos algo más que vecinos: nos sentimos hermanos», exclamó el Comandante ante una multitud que lo aplaudía. Luego el líder cubano aseguraba que «nuestra fuerza unida no podrá ser ignorada, y ese futuro que queremos para esos niños, que queremos para nuestros jóvenes, que queremos para nuestros pueblos, no puede ser como aquel pasado de conquista y exterminio, como aquel pasado de esclavitud y de explotación».
Y concluyó: «Cuba está ahí, muy cerca, sufriendo, como ustedes y como las demás islas del Caribe, ciclones, sequías, catástrofes naturales, cuando un ciclón pasa por Jamaica barre a toda Jamaica, y cuando pasa por cualquier otra pequeña isla del Caribe barre con todo: viviendas, árboles, plantaciones de bananos, etcétera. Contra esos fenómenos naturales tenemos también que luchar».