Cada paso que daba con ellos, era un recordatorio de las innumerables historias que había representado en el escenario.
Hoy, esos mismos zapatos lo llevarían a un viaje lleno de actuaciones, talleres y encuentros con otros creadores.
Con el corazón palpitante se preparaba para dar inicio a la Jornada Villanueva, evento que no solo celebra la historia, sino que también rinde homenaje al centenario del dramaturgo Abelardo Estorino.
En el Teatro Trianón, el bullicio del público lo envolvió.
Los asistentes se agrupaban en pequeños círculos, discutiendo sobre el encuentro teórico “El Infinito Universo del Clown”.
Sabía que cada conversación, cada risa compartida, era una oportunidad para conectar con otros apasionados del arte.
Mientras se acomodaba en el camerino, recordó los sucesos trágicos que marcaron la historia del Teatro Villanueva hace 156 años.
En su mente, las imágenes de aquellos eventos se entrelazaban con las obras que había interpretado.
Los zapatos que llevaba eran testigos de su dedicación al teatro, pero también de la lucha por la libertad y expresión artística que caracterizan a su tierra.
Del 15 al 29, su agenda se llenó con talleres y diálogos sobre puestas en escena.
En cada espacio, sus zapatos lo llevaron a conocer nuevos talentos y compartir experiencias con veteranos de las tablas.
El día 21 sería especial, pues entregarían el Premio Villanueva de la Crítica y todos se encontraban a la expectativa.
La jornada culminaría con una celebración dedicada a Estorino y al final del evento, mientras observaba a los demás compartir, comprendió que sus zapatos eran un símbolo de continuidad, pues aunque ya desgastados le acompañaban desde sus inicios en la actuación.
Recordó que no solo llevaban su peso, sino que cargaban las historias de todos aquellos que pisaron los escenarios antes que él.
