
“Trescientos noventa y dos kilómetros andarán a pie y a caballo hasta llegar al lugar en que en un triángulo casi perfecto, se encuentran los ríos caudalosos de Oriente, el Cauto y el Contramaestre.
¡Oh Cauto, Cauto, qué tiempo hace que no te veía!, dice el General Gómez emocionado.
“En medio del bosque desciende por el vado de Santa Úrsula, con las aguas crecidas de mayo y sube al teatro de la muerte; un joven maestro de Holguín le acompaña, el nombre es simbólico, Ángel de la Guardia, un ángel que no pudo cuidarlo, que no pudo salvarlo del desafío inesperado y terrible.
“Y, por último, sobre el suelo ensangrentado, a la vista del dagame –que da la flor más amada de las abejas–, a la vista de un anoncillo y un fustete, cae, vestido inusualmente, roto el corazón, rotos los labios de los cuales habían surgido versos y palabras que conmovieron a los corazones más endurecidos”, describe el Doctor en Ciencias e historiador Eusebio Leal Spengler.
Con palabras previsoras, el poeta había anticipado: “Mi verso crecerá: bajo la yerba, yo también creceré”.
Así pensaba Martí mucho antes de morir hace 129 años en Dos Ríos. Días antes, también había escrito a su madre la carta más hermosa que conservamos: “Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un extenso viaje, estoy pensando en usted. Constantemente tengo presente su dolor en la cólera de su amor, en el sacrificio de mi vida; ¿por qué nací de usted con una vida que aprecia el sacrificio? Las palabras me resultan insuficientes.
El deber de un hombre se encuentra donde es más beneficioso.
Sin embargo, siempre me acompaña en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre (…) bendígame, y crea que jamás surgirá de mi corazón una obra sin piedad y sin pureza. La bendición”.
La caída del Apóstol cumple con la tarea de proyectar hacia adelante el destino de nuestra nación y de toda América.
Martí personificaba a un individuo de espíritu excepcional, un símbolo casi perfecto, si es que se puede mencionar la perfección en la naturaleza humana. Martí estableció un fundamento crucial para la comprensión de nuestra esencia, nuestra identidad, nuestro orgullo, nuestra determinación de ser, de trascender obstáculos, de sobrepasar cualquier adversidad y lograr para nuestra América un futuro más prometedor, de igualdad, paz y libertad.
Hoy nos detenemos a contemplar la muerte que él consideró como un acto necesario.
«No es verdad –dijo– cuando se ha cumplido bien la obra de la vida» Los restos de Martí se mantuvieron en el nicho 134 de la galería sur de la necrópolis santiaguera hasta 1907, momento en que fueron trasladados a un pequeño templete de estilo jónico, erigido en el mismo lugar que ocupara el nicho.
A mediados de 1951 queda inaugurado el mausoleo que desde entonces guarda sus restos. Referencias: Palabras de Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, en el acto de develación de la estatua ecuestre del Apóstol José Martí, en homenaje al aniversario 165 de su natalicio, el 28 de enero del 2018.
Ciro Bianchi Ross. Contar a Cuba una historia diferente
http://www.josemarti.cu/biografia/
Manuel de Paz Sánchez.
La muerte de José Martí: Un debate historiográfico
Anuario 26 del Centro de estudios martianos