La dulzura de la cucharada era un susurro de los antiguos, eco de historias fermentadas en el tiempo, que danzaban en su mente como hojas al viento.
En cada plato, el paladar abrazaba relatos escondidos, y la niña, con ojos brillantes como estrellas en la noche, descubría que el sabor de la historia no solo se servía en los libros, sino también en la mesa familiar, donde la receta era un legado y la comida, lección de vida.
Así nació, en el corazón de la pequeña Ana Teresa Armas Mojena, la pasión voraz por la historia, que luego floreció en la Licenciatura en Pedagogía, en la especialidad de Marxismo-Historia, profesión que abrió nuevas puertas a ese festín interminable de descubrimientos.
Durante los 10 años que se vinculó al sector educacional, Armas Mojena sumó a este gran viaje a lo desconocido a estudiantes dispuestos a desafiar las fronteras del conocimiento.
Cada uno traía consigo un horizonte diferente, una historia personal que se entrelazaba con el deseo de descubrir.
Con cada remo que avanzaba la barca, crecía la emoción y la curiosidad. Juntos navegaban en un océano de posibilidades, donde la inteligencia colectiva se convertiría en brújula.
Así, cada estudiante, con individualidad y compromiso, se hacía parte del paseo que prometía no solo el conocimiento, sino también la transformación personal
y el entendimiento de épocas pasadas y actuales.
La oportunidad de trabajar como especialista en el Museo provincial Manuel Muñoz Cedeño y, posteriormente, en la Casa natal de Carlos Manuel de Céspedes, le permitió el contacto con objetos que no solo exhiben historia, sino que parecieran cobrar vida tras la curiosidad del visitante.
En estas importantes instalaciones, cada visita se convirtió en aventura inigualable, en la que el arte y la historia se entrelazan y hacen de los museos portales hacia otras realidades.
La estadía laboral en la casa del Padre de la Patria, en Bayamo, quedó profundamente marcada por el contacto con importantes personalidades de la cultura y la política, como Cintio y Fina, Armando Hart, el cantante Álvaro Torres y Aleida Guevara, la hija del Che, sobre todo esta última, a quien tuvo la oportunidad de atender.
“Aleida llegó un domingo por la mañana, así, sorpresivamente. Me fue muy cómodo hablar con ella, por su carácter afable. Se interesó por la vida de Céspedes, la arquitectura de la vivienda y por los tejidos y bordados confeccionados por Ana de Quesada, esposa del prócer bayamés; incluso, nos dio ideas para crear círculos de interés con las niñas sobre estas manualidades.
“Siempre he visto como un privilegio trabajar en la Casa natal de Céspedes, por lo que significa para uno como bayamés y cubano, por lo que se aprende en todos los órdenes en este recinto: arquitectura, artes decorativas, numismática, una de las facetas de Céspedes. Es toda una escuela”, subraya Armas Mojena.
Los nexos con la Unión de Historiadores, la Casa de la Nacionalidad Cubana y el Archivo Histórico provincial José Manuel Carbonell Alard, le permitieron llevar a cabo importantes investigaciones que después socializaría en certámenes a lo largo y ancho del país.
Sin embargo, su vinculación laboral con esta última institución científica, primero en el rol de comunicadora y después en el departamento de procesos técnicos, le vinculó con importantes fuentes documentales, muchas de ellas originales, y la llevó a procesar esta información, para hacerla más asequible a los usuarios.
Resultado de su intensa labor en el manejo de dichos pliegos, vio la luz el fondo Bayamo social, “enclave de reunión más importante de negros y mulatos” durante el período de 1921-1961.
La institución sesionaba en la calle Maceo, número 5, frente a la Plaza de la Revolución, en el actual Museo provincial Manuel Muñoz Cedeño.
Según Armas Mojena, esta sociedad estuvo encaminada a la instrucción y recreación de sus miembros, además de luchar contra la discriminación racial imperante en la época.
“El proyecto arrojó que esta sociedad no estuvo ajena a la vida cultural y patriótica del territorio, ya que participaba activamente en homenajes a próceres, como Carlos Manuel de Céspedes y Antonio Maceo”, señaló.
Otra huella de su legado es el fondo documental Federación municipal de escritores de Bayamo, presidida por Estela Marina Pérez, maestra con una intensa labor intelectual en la urbe.
“La Federación tuvo sus antecedentes como círculo cultural, luego como sociedad cultural, hasta su constitución como Federación municipal de escritores de Bayamo, el 5 de diciembre de 1953, en el año del Centenario del Apóstol, y se mantuvo activa hasta 1961, lo cual la convierte en la antesala de la Uneac en este territorio.
“Desde su constitución, tuvo como fin difundir la cultura y aunar a la intelectualidad en torno a la creación literaria y la publicación. Radicaba en un domicilio legal de la casa situada en calle Martí, número 178, en la ciudad de Bayamo, residencia de Miguel Carmona Fonseca.
“Tenían como lema: La moral es antorcha que ilumina el sendero de los ciegos, cuyo espíritu carente de luz encontrará el faro que los guíe”.
Además de su pasión por la historia, Armas Mojena se nos revela como una ferviente admiradora de Céspedes, del Che y de Maceo; amante de las plantas ornamentales y la lectura de libros biográficos.
Su sensibilidad, cultivada desde el seno del hogar y el aporte de los libros, la hacen
sentirse realizada ayudando a todos los que lo necesiten, una manera de retribuir
a quienes, durante su ejercicio, le dieron apoyo.
Si bien la jubilación, en 2024, marca el cierre en su etapa laboral, el viaje hacia el
conocimiento y la exploración no llega al fin.
Nuevos horizontes se abren desde la lectura.
Así, el retiro se transforma en un renacer, en el cual cada página leída alimentará ese deseo de descubrir, recordándonos que nunca es tarde para seguir viajando, aun sin salir de casa.