
En Cuba, como dice Buena Fe, se le ama y se le odia, en una especie de raro y electrizante dobleplay, pero de lo que no hay duda es de que nada se parece tanto al cubano y a la cubana como el beisbol.
Esos sentimientos fueron los que hicieron brotar en el pueblo de toda la Isla el ahora justo campeón, los Cocodrilos de Matanzas, y el aguerrido y segundo de nadie, Cazadores de Artemisa.
Sacaron a los niños a la calle con pelotas improvisadas, y se armaron los pitenes en los barrios en los que estaba corriendo un balón de fútbol.
Y está claro que los dos pueden vivir en el mismo espacio, pero la blanca de costura roja no puede faltar.
Gracial, Arruebarruena, Manduley, Laza, Raúl, Erlis, Moreno, Dayán, y los que vinieron de otras lides a entregar sus dotes, sembradas en los terrenos cubanos, vistieron a la final de calidad. Más que sus cualidades, ellos fueron al terreno en nombre de quienes, en las gradas y en las casas, los aplaudían o les reprochaban no darla a la hora buena.
Armando Ferrer, mentor matancero, nos dijo: «No somos superfavoritos, porque mis jugadores son hombres de carne y hueso, y eso no los hace perfectos». Su joven oponente, Yulieski González, con la voz tomada, afirmó: «No es a mí a quien hay que felicitar, son ellos (sus peloteros) los que merecen toda la gloria. A mí me tocó el privilegio de guiarlos».
La Liga se despide con esa mística que solo la pelota hace posar sobre el proscenio competitivo. Con un Victoria de Girón preñado de matanceros, y otro estadio afuera, siguiendo el partido en pantallas gigantes, Ariel Sánchez pego su jit 2 001, un tubey para acercar a su equipo en la pizarra y anotar luego el empate, en el quinto.
Después el 2 002, de jonrón, delante de la dinastía Sánchez, de Jovellanos, que con los del que juega ahora, ya pasa de 7 500 imparables.
«Vinimos aquí, su papá y sus tíos, para felicitarlo, en su tierra. Estamos muy emocionados, por él, por nuestro equipo, que nos han devuelto el traje de campeones. Pero también por ese equipo de Artemisa.
¡Qué manera de pelear la de esos muchachos!», dijo el caballero de la familia, don Fernando.
Ayer fue un día histórico, porque la pelota y los Cocodrilos premiaron el esfuerzo de años de un pelotero que no tenía títulos. Aunque siempre ha sido un grande, Yordanis Samón ya es campeón.
Cuba ha vivido una fiesta, con alegría, en paz, con lo que más le gusta. La pelota cumplió con ella, porque las emociones traspasaron las fronteras artemiseñas, cuyos hijos, por su honor, como dijera Fidel, son merecedores de medalla de oro, y las matanceras, para llenar el corazón de una Isla.