Hace unos días, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró, sin tapujo alguno, que «la ayuda militar a Israel es una inversión inteligente que reportará dividendos para su país».
Y añadió: «Esto ayudará a mantener a las tropas estadounidenses fuera de peligro, construir un mundo más seguro, más pacífico y próspero».
Le faltó a su discurso decir que ese mundo «sería sin palestinos», según lo que parece ser el contubernio entre Washington y Tel Aviv, para deshacerse de ellos.
En su discurso, citado por RT, el mandatario de Estados Unidos aseguró que «el liderazgo de su país es lo que mantiene unido al mundo», y seguidamente hizo el anuncio de que «enviará al Congreso un paquete de seguridad sin precedentes», para garantizar la ventaja militar de la nación hebrea.
Mientras Joe Biden hacía sus mortíferos anuncios, una vez de regreso en Washington, proveniente de Israel, el director del Hospital Europeo en esa urbe, Yousef al Akkad, y otros médicos, mostraban en Gaza los cuerpos de niños asesinados por un ataque aéreo israelí contra una casa, y denunciaron la inacción de la comunidad mundial.
«Miren estos niños, ¿quién los está matando?», preguntó, frente a los cadáveres de los pequeños, alineados en una sala del hospital.
«¡Mundo libre, ¿dónde estás?!, con respecto a estas masacres, cometidas contra este pueblo afligido y oprimido», clamó el galeno.
¿Sabrá Biden que estas preguntas desconsoladas son las de millones de personas que ven cómo el imperio estadounidense avala y apoya, con millonarios recursos, una masacre más, ante los ojos atónitos del planeta? ¿Cuántos niños muertos necesita su proyecto de mundo «más seguro, pacífico y próspero»?
Por si fuera poco, un comunicado de la Oficina de Medios de Comunicación de Palestina en la Franja de Gaza, citado por La Jornada, ha informado que la agresión militar de Israel ha causado un desplazamiento interno de al menos 1,4 millones de personas, el 70 % de la población de Gaza.