El material se fundamentó en la Directiva No. 1 para la Reducción de Desastres, emitida en abril de 2010 por el Consejo de Defensa Nacional, y recoge experiencias de los principales eventos hidrometeorológicos que afectaron a la nación en los últimos años.
Una de las guías está dirigida a residentes en áreas urbanas, donde las edificaciones presentan riesgos de derrumbe y las comunidades enfrentan inundaciones fluviales, pluviales y costeras, así como penetraciones del mar.
El segundo volumen se concentra en familias de zonas rurales y montañosas, expuestas a deslizamientos de tierra, crecidas de ríos y caída de árboles por la fuerza de los vientos.
Entre las orientaciones generales se incluye la identificación de centros de evacuación, la preparación de un bolso familiar con artículos básicos y la protección de personas vulnerables como adultos mayores, embarazadas, niños y discapacitados.
El contenido detalla la necesidad de contar con ropa adecuada, radio portátil, linterna, pilas, alimentos no perecederos, agua potable, medicamentos prescritos y documentos de identificación, todo en un equipaje de fácil traslado.
También se recomienda prever vías alternativas de evacuación, desconectar equipos eléctricos antes de abandonar la vivienda y coordinar con vecinos la cooperación en caso de emergencia.
Para la etapa de recuperación, las guías orientan inspeccionar el estado técnico de las viviendas, colaborar con las autoridades en la evaluación de daños, eliminar reservorios de mosquitos y mantener medidas higiénico-sanitarias estrictas.
En áreas rurales se aconseja revisar corrales, cuartones y locales de almacenamiento de cosechas, además de garantizar la protección de animales y semillas. En zonas urbanas se insiste en el tratamiento seguro de alimentos y el control de residuos sólidos.
Durante la fase informativa, las familias deben reforzar techos y ventanas, preparar el bolso de emergencia y mantenerse atentas a las indicaciones de las autoridades y servicios meteorológicos.
En la fase de alerta, se orienta ocupar con tiempo los refugios previstos, proteger antenas y paneles solares, asegurar depósitos de agua y sustancias peligrosas, y mantener la disciplina en los centros de protección.
La fase de alarma exige concluir las acciones de resguardo, evitar desplazamientos innecesarios, no transitar por áreas inundadas ni tocar cables eléctricos, y permanecer en lugares seguros hasta que las autoridades indiquen lo contrario.
En Cuba, la Defensa Civil subraya que estas guías constituyen un instrumento esencial para preservar la vida y mitigar daños materiales, al tiempo que refuerzan la cultura de prevención en la población.
Este principio rector se traduce en la organización de planes de evacuación, la preparación de centros de resguardo y la adopción de medidas preventivas en viviendas, comunidades y sectores productivos, con el fin de reducir vulnerabilidades y mitigar los daños que puedan ocasionar huracanes, tormentas tropicales u otros fenómenos hidrometeorológicos.



