Al lado de la Federación de Mujeres Cubanas, como siempre

Isela Pantoja Martí aprendió su primera lección de resiliencia en la sede de la Federación de Mujeres Cubanas ( FMC) de Río Cauto, donde su madre, una federada de pura cepa, organizaba junto a otras mujeres la recuperación de las comunidades tras las inundaciones que sufrían por los embates de los ciclones. Aprendió que la fuerza no estaba solo en contener el agua, sino en tejer una red de apoyo inquebrantable. La FMC fue su segunda escuela y su primera trinchera.

Por Anaisis Hidalgo Rodríguez

Cuando hace tres años llegó el proyecto internacional Mi Costa, destinado a capacitar a la población para ser más resiliente ante el cambio climático, Isela supo que era el momento de devolverle a su tierra todo lo que le había dado. Pero no partió de cero. La estructura de la FMC fue su plataforma de lanzamiento.

No era una extraña llegando con teorías foráneas; era Isela, la federada, la hija de Caridad, la que había crecido en esas reuniones.
La FMC fue el brazo ejecutor y el corazón del proyecto. Le abrió las puertas de las comunidades más intrincadas, aquellas de “difícil acceso”, donde las largas caminatas se hacían más ligeras con la compañía de la delegada de la FMC de la zona.

Juntas recorrían las márgenes del río, que la gente ve como su costa, explicando que la verdadera protección no estaba en huir, sino en adaptarse: “No es salir de la comunidad, es estar en una adaptación basada en ese ecosistema. Nutrirse de él, pero ser consecuente con él”.

El camino no fue fácil. Las “incomprensiones humanas” fueron su mayor desafío. Convencer a un pescador de toda la vida de que debía cambiar sus métodos, o a una familia de que su casa, en la ribera, estaba en grave peligro, requería más que datos científicos. Requería confianza. Y esa confianza se ganaba en el nombre de la FMC, una organización respetada y arraigada.
Isela usaba los ejemplos del Flora y el Noel que todos recordaban, y la FMC le proporcionaba el espacio en sus asambleas para llevar el mensaje con autoridad y cercanía.

Su labor iba más allá de lo ambiental; era económica y social. Proteger las riberas era proteger el camarón y el arroz que alimentan al país. La FMC la apoyó en la organización de talleres que no solo hablaban de manglares, sino de cómo salvar sus medios de vida.

Este 23 de agosto, aniversario 65 de la FMC, la historia de Isela es el ejemplo vivo de su legado. Ella es el fruto de una organización que forja líderes comunitarias, que empodera a las mujeres para que sean el pilar de la resiliencia nacional. Isela Pantoja Martí no lucha sola; lo hace desde el seno de una federación que le dio las herramientas, la credibilidad y la fuerza para convertir la preocupación por el planeta en una acción concreta y salvadora en su querido Río Cauto.

“Claro que sí, ahora sí”, dice con una sonrisa que es promesa y futuro, “ahora es que vamos a seguir en esa batalla”. Y lo hará, con la FMC a su lado, como siempre.

Anaisis Hidalgo Rodríguez

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