Era la noche del jueves 28 de octubre de 1948, y ellos se daban a la tarea quijotesca de crear en Cuba la primera compañía profesional de ballet. La mayoría la creyó un sueño irrealizable, una utopía, otros una aventura de locos y unos pocos la definieron como un deber histórico. Los tres, Alicia, Fernando y Alberto Alonso, motivados por las enseñanzas iniciales del ucraniano Nicolai Yavorski en la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro Arte Musical de La Habana, habían decidido aportar al ballet cubano las muchas experiencias adquiridas durante sus años de aprendizaje en el obligado peregrinar por el extranjero, con grandes maestros y coreógrafos.
Alberto en el Ballet Ruso de Montecarlo y el Ballet del Coronel de Basil, a partir de 1935, y Alicia y Fernando desde 1937 en las comedias musicales de Broadway, el Ballet Caravan y el Ballet Theatre de Nueva York no olvidaron sus deberes para con la cultura de la Patria, y en cada tiempo posible regresaban a alentar a los entusiastas compatriotas que esperaban una oportunidad para romper prejuicios e iniciarse en el profesionalismo.
Fueron Alicia y Fernando los máximos colaboradores de Alberto en los Festivales Anuales, que este organizó en el Teatro Auditorium, a partir de su nombramiento, en 1941, como director de la Escuela y el Ballet de Pro Arte, empeño que conoció los estrenos de Preludios, en 1942, que convirtió a Alberto en el padre de la coreografía cubana, o los de La hija del general, Concerto, Forma o Antes del alba, ballet que en 1947 llevó por primera vez a nuestros escenarios la problemática social cubana de la época, y donde los bailes populares autóctonos y de origen afro fueron expresados mediante el lenguaje universal de la técnica académica.
En esta hazaña se fundieron los talentos creadores de figuras trascendentes como el dramaturgo Francisco Martínez, Allende, el compositor Hilario González y el pintor Carlos Enríquez.
En esa desafiante puesta en escena, la tríada Alonso volvería a reunirse sobre un escenario cubano, y allí una Alicia Alonso, ya aclamada internacionalmente como la mejor Giselle contemporánea, no vacilaría en encarnar al personaje de la infeliz Chela, enferma de tuberculosis, viuda y agredida en desahucio por las autoridades policiales, y bailar una rumba columbia en puntas, aprendida de las lecciones que le diera el mulato Chambas, un rumbero famoso del cabaré El Faraón, en la Playa de Marianao, al que casi clandestinamente introdujeron en los exclusivistas predios de Pro Arte.
Esa obra tuvo una vida efímera, pero les hizo ver que, para que un ballet cubano profesional naciera, había que sacarlo de los marcos rígidos y exclusivistas de Pro Arte, y así lo hicieron.
En el periodo de 1948 a 1956, bajo el nombre prestigioso de Ballet Alicia Alonso, el conjunto integrado inicialmente por 40 miembros, de los cuales solamente 16 eran cubanos, desarrolló un inmensa labor que incluyó el incentivo a la creación coreográfica para enriquecer la cultura danzaria de los cubanos; la labor pedagógica al fundar en 1950 la Academia de Ballet Alicia Alonso, encargada de formar a las primeras
generaciones de bailarines profesionales cubanos y gestar el método pedagógico de la escuela cubana de ballet; y el trabajo de divulgación masiva del arte del ballet en todos los sectores de la nación y en las diversas giras que realizó por 14 países de Latinoamérica y Estados Unidos.
Aunque fue también una etapa de incomprensiones, de apatía, desamparo económico y agresiones oficiales, la tríada fundadora, con el apoyo de los sectores progresistas de la nación, no decayó en su quehacer, confiados en la justeza del empeño.
El cambio social que experimentó el país a partir de 1959, le permitió al conjunto reorganizarse ese propio año y, a partir de la ley 812, firmada el 20 de mayo de 1960 por el propio Fidel Castro, entonces en su calidad de Primer Ministro, darse por entero a la conquista del futuro luminoso que le aguardaba.
El Ballet Nacional de Cuba, declarado en 2018 Patrimonio Cultural de la Nación, celebra estas siete décadas y media de fructífera brega, al mostrar una obra coreográfica que abarca 784 títulos en la que confluyeron los aportes valiosos de 212 coreógrafos de las más diversas tendencias estilísticas, procedentes de 29 países; la de 423 compositores musicales, de ellos 85 cubanos, y la de 158 diseñadores para las escenografías, vestuarios y utilería.
El Ballet Nacional de Cuba, en sus 217 giras por 62 países de los cinco continentes, y en sus actuaciones en 105 pueblos y ciudades de nuestro país, siente el honor del deber cumplido, de enaltecer su obra en el pasado y la certeza del exitoso futuro que le espera.