Un caballero

«No estoy acostumbrado a tanta propaganda», me dijo y suspiró profundo, como si saliera un huracán de su respiración. «Me voy para la casa, a ver el juego allá», soltó con la voz entrecortada; entonces pensé en el insólito acontecimiento, triste y potente: Carlos Manuel Martí Santos, vestido con traje y mangas largas, no estuvo […]

Foto: Radio Bayamo

«No estoy acostumbrado a tanta propaganda», me dijo y suspiró profundo, como si saliera un huracán de su respiración.

«Me voy para la casa, a ver el juego allá», soltó con la voz entrecortada; entonces pensé en el insólito acontecimiento, triste y potente: Carlos Manuel Martí Santos, vestido con traje y mangas largas, no estuvo este miércoles en el banco de los Alazanes, en el primer juego de la 62 Serie Nacional de Béisbol.

Lo habían despedido oficialmente en el estadio Mártires de Barbados, el mismo donde alcanzó su primer título, el mismo donde dirigió su último juego, hace apenas dos meses y siete días. Lo habían despedido montado en coche y sé que al pasar, extendiendo la mano, a más de uno le salió una lágrima en el caluroso graderío.

Qué fuerte, qué duro. La vida es eso, hilo y ruptura; pero hay sucesos que te zarandean, que te traen súbitamente, como en cascada, los recuerdos.

Cómo no evocarlo, con las manos en los bolsillos, moviendo la cabeza cuando discutía con los árbitros; cómo no recordarlo tomando agua en una esquina del banco para evitar las crisis renales que estuvieron a punto de cantarle el tercer strike en un momento de su existencia, cómo no rememorarlo cargado en brazos de sus peloteros cuando llegaron los ansiados títulos al final de su carrera, cómo no recordar sus ojos llorosos en las conferencias de prensa al hablar de Amada, su amada madre, o cuando decía verdades que caían como piedras en los techos de los burócratas.

Poco valdría escribir ahora que dirigió 49 veces o que dedicó 53 años de su vida a la pelota, si no decimos que en todo ese tiempo fue magisterio y decencia, gladiador contra la incomprensión, ser imperfecto, patriota de la gorra a los spikes, un caballero.

El último de la vieja escuela se retira, pero no por eso se evaporan los sueños y la magia de un timonel. Carlos Martí se marcha de los diamantes y la piel se eriza al escribirlo, el alma se estruja, el pecho late…las palabras, definitivamente, no alcanzan.

Foto: JIT
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Osviel Castro Medel

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