En el grupo una niña de siete años, la más joven, viajó con sus padres desde Chicago. Ellos, como expresaron a Prensa Latina, estaban “deseosos de ver a otros cubanos, de acercarse, relacionarse”.
Por eso en la velada hablaron de símbolos nacionales, de la música de la nación antillana que ha servido de escuela y se escucha en tantas partes, de los ritmos y del carácter del cubano.
Al dar la bienvenida a la sede diplomática, la jefa de la Misión de Cuba, Lianys Torres, recordó las consecuencias de la inclusión del país en la lista de patrocinadores del terrorismo lo cual impone más obstáculos en medio del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por el Gobierno de Estados Unidos hace más de seis décadas.
Pero, sobre todo, Torres transmitió en sus palabras la confianza y optimismo en el futuro y que los tiempos difíciles pasarán.
“Estamos aquí para que hablemos de Cuba, el país que todos conocemos, que todos queremos ser, próspero y sostenible en su desarrollo y cualquier cosa que podamos hacer para ayudar será bienvenida”, subrayó.
También reiteró que uno de los objetivos prioritarios del colectivo que encabeza es “fortalecer nuestra relación con los cubanos que viven el extranjero y sus descendientes”.
Interesante resultó el momento interactivo en el que juntos bailaron mambo, el son o el casino guiados por Paul Cassens, un músico estadounidense amante de los ritmos cubanos que se alegraría, como muchos aquí, de que en un tiempo no lejano mejoren las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, como países vecinos que son.