Sobre la cancha: El gran recuerdo de O Rei

Otra vez camina por el vestuario, siente el silencio, pero ahí está la 10. Tras vestir nuevamente de corto se dispone a pisar el rectángulo verde, el mismo escenario donde su arte con la otrora blanquinegra hizo del fútbol el idioma más universal.

Pelé ganó los mundiales de 1958, 1962 y 1970 con la Canarinha. Foto: Art Rickerby.

Por: Arian Alejandro Rodríguez Agrelo

Se acerca a la línea, es el último en entrar, todos aguardan conscientes de que sin él el balón no desea rodar. Edson Arantes do Nascimento se presenta como lo que siempre fue, alguien capaz de traspasar la etiqueta de inmortal, de leyenda.

En sus botines lleva la ilusión del niño que secó las lágrimas de su padre cumpliendo la promesa de poner a Brasil en el lugar apagado por el Maracanazo. En su rostro, la sonrisa del joven atrevido, dotado de elementos sobrenaturales para sepultar el sueño vikingo de 1958 con la ley del jogo-bonito.

El estado de bienestar, la tierra del heroico Ragnar, la nación del hielo rodeada de bosques y lagos. Difícil saber si en aquella Suecia retumbarían tanto los acordes del naciente rock como los de la samba del adolescente Pelé. Una samba con la influencia de gambetas y filigranas de dos piernas movidas al compás de una mente adelantada a la hora de interpretar los enigmas que rompían la lógica del deporte.

Arranca el partido y Puskas confiesa sentir una sensación extraña. Él se niega a calificar a O Rei como futbolista, entendible. El legendario jugador húngaro pasa la esférica a Di Stéfano, pero éste sabe que el gol tiene nombre, nacionalidad y, entonces levanta la cabeza para hacer de Tostao como en México  ่70 y colocar la redonda donde Edson retó a Mazurkiewicz.

No, no fue gol. Los dioses del fútbol quisieron vestir a Pelé de mortal. Y Maradona interviene para darle las gracias al 10 que dio valor al 10. Desde la línea media corre el argentino hasta el área sin tener delante a los obstáculos ingleses. Se detiene, Pelé lo mira y le dice, te regalo un pedazo de historia. Solo O Rei desafió lo correcto para hacer creer que un no gol fuese para todos gol. Genio.

Tiempo de descuento, marcar no es la prioridad. Sí encontrar razones para intentar comprender como el hijo de Dondinho rechazó la fama del Bernabéu o el glamour de Milan. De repente alguien desde la banda señala hacia el centro del terreno. Es la última jugada y se busca un héroe. Yo lo soy, interioriza Cruyff, pero en el césped está uno que traspasó los límites al decir del neerlandés.

“A él, el balón es para él”, vocifera Johan a toda prisa. Adiós a los preceptos de Rinus, obvien si en el campo está Rossi. El balón no busca, encuentra al mejor y el mejor es Pelé. Lo dicen ellos, las cifras, el Maracaná, el Santos. Mientras, la pizarra no cambia y el partido no se detiene. Sencillo, porque Edson Arantes do Nascimento es fútbol, es O Rei.

Cubadebate

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