Fidel, Chávez y el destino de Nuestra América

(Adelantamos la introducción del texto FIDEL,CHÁVEZ Y EL DESTINO DE NUESTRA AMÉRICA, de Germán Sánchez Otero, que próximamente saldrá en Venezuela en una edición conjunta del Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías y el Centro Fidel Castro Ruz, con prólogo de Adán Chávez Frías)

Foto: Archivo

Por: Germán Sánchez Otero

Tengo dos buenos gallos aquí en el patio de la choza de palma y ya comenzaron a cantar. Uno es un enorme gallo Giro que se llama Fidel. Y el otro es un agresivo Zambo que se llama Chávez.

Nació aquí en Miraflores, y es hijo de Fidel.

Hugo Chávez, Correo del Orinoco, 16 de agosto de 2011

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“El César de la libertad”, dijo Martí. Fidel Castro, digo yo, parafraseando al grande de Martí, es también, como Bolívar, más grande que César, porque es el César de la dignidad, el César del socialismo.

Hugo Chávez, 24 de enero de 2007

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Ni siquiera él mismo sospechaba cuán grande era.

Fidel Castro, 11 de marzo de 2013

Aproximación inicial a los nexos entre Fidel y Chávez

Ningún texto u otra forma de expresión humana, podría abarcar los vínculos entre Fidel y Chávez desde que se abrazan por primera vez el 13 de diciembre de 1994. La relación entre ellos sobrepasa la amistad excepcional, y es de las más fecundas existentes entre dos grandes del orbe.

Mucho se ha escrito y dicho al respecto, y existen excelentes testimonios audiovisuales en la propia voz de los dos, que nos muestran la opinión, el cariño, la lealtad, el compromiso y la admiración de uno hacia el otro.

La amistad entre Chávez y Fidel, como todo nexo de ese tipo entre dos seres humanos, es un haz de afectos que nacen, evolucionan y se consolidan en el tiempo, condicionado por diversas circunstancias y numerosos eventos emotivos, éticos y de otra índole —por ejemplo, políticos—. Y en algunos casos, como el de ellos, elevan su calidad mientras más se añejan, cual buen vino.

Por eso a menudo se llaman entre sí hermanos y Chávez le dice padre a Fidel, y siente y se comporta igual que un hijo amoroso, que hace feliz al procreador con acciones del gusto de este y también mediante frecuentes chistes y ocurrencias de su versátil humor.

Quienes estaban próximos a ambos, los veían discutir a veces, porque cada uno suponía que el otro era demasiado generoso en la ayuda o en los términos de un acuerdo binacional, algo insólito entre dos jefes de Estado.

El goce íntimo de ellos se trasladó a las relaciones entre familias. Y la solidaridad humana de ambos en los momentos en que enfermaron, fue del tamaño de sus gigantes figuras.

Fidel nunca adoptó el papel de maestro. Chávez sí buscó conscientemente aprender todo lo posible de él.

Conversaron cientos de horas vis-à-vis, en Cuba, en Venezuela y en terceros países, además por teléfono y siempre en un clima fraterno. La admiración era recíproca, y los asombros mutuos no cesaron. Fidel comprendió la grandeza de Chávez y lo defendió de manera pública y en privado, incluido el cuidado por su salud y la seguridad.

Chávez acrecentó en Venezuela la solidaridad y la amistad respecto a Cuba y hacia Fidel, llevándolas a las cotas más altas que hayan existido en cualquier país en el presente siglo. Logró siempre armonizar con el líder cubano, y nadie en el mundo ha sido tan insistente y fructífero en exponer la imagen cierta de la Revolución Cubana, frente a las campañas mediáticas imperiales.

Venezuela es de los países que más veces visitara Fidel en su vida, 11 en total. Sus estadías todas fueron relevantes y muchas tuvieron un carácter histórico. De ellas, seis en los primeros siete años del mandato de Chávez, el mayor número a cualquier país entre 1999 y 2006. Y Cuba fue la nación que más veces visitó Chávez, al menos en 30 ocasiones.

Fidel le escribió al barinés más de 50 mensajes largos y cientos más cortos, estos últimos casi todos de modo verbal a través de intermediarios. Chávez usó más el método de los mensajes orales, a través de terceros o por vía telefónica.

Además, permanecieron juntos muchas horas en eventos en otros países. La última en que pueden hacerlo, la más inolvidable ocasión en un escenario foráneo, ocurre en la casa del Che en Córdoba, Argentina, en julio de 2006.

Con el decurso del tiempo se irán develando detalles de estos cruces de ideas y de afectos, que encierran un tesoro de sabiduría y emociones. En este texto entrego una pequeña muestra.

El día en que Hugo Chávez nace, el 28 de julio de 1954, Fidel Castro está por cumplir 28 años y desde la cárcel impulsa el proyecto histórico nacido en el Moncada. Y el 1 de enero de 1959, día en que triunfa la Revolución en Cuba, el niño Huguito juega con sus amiguitos en Sabaneta de Barinas, un pueblo de apenas 4 000 habitantes.

Apenas 22 días después de aquel histórico amanecer, con el aroma de la Sierra Maestra en la piel, el victorioso comandante realiza su primer viaje fuera de la Isla, para agradecer al pueblo de Simón Bolívar la solidaridad con los insurrectos cubanos.

En esa memorable visita a Caracas, el joven Comandante guerrillero proclama en su primer discurso, realizado en la icónica Plaza del Silencio, colmada de una muchedumbre eufórica y combativa:

 “¡Ojalá que el destino de nuestros pueblos sea un solo destino! ¿Hasta cuándo vamos a estar en el letargo? ¿Hasta cuándo divididos, víctimas de intereses poderosos?

Si la unidad de nuestros pueblos ha sido fructífera, ¿por qué no ha de serlo más la unidad de las naciones? Ese es el pensamiento bolivariano. Venezuela debe ser el país líder de los pueblos de América”.

Y al siguiente día expresa en el Congreso de la República, otra medular idea:

“Si los cubanos queremos a Venezuela como se quiere a Cuba, los venezolanos quieren a Cuba como se quiere a Venezuela. ¡Son las bases de una misma patria!”.

Desde entonces, Fidel concede una atención especial a las relaciones con los patriotas y revolucionarios venezolanos. Por eso, no demora en conocer quién es el joven que conduce la rebelión militar del 4 de febrero de 1992, y cuando Chávez sale de la prisión pronto lo invita a la Isla.

A partir de ese primer encuentro, Fidel confirma el liderazgo excepcional de Chávez. La grandeza de ambos les permitirá desde entonces entenderse y ayudarse mutuamente: absorber la sabiduría y el potencial del otro, y mantener siempre un incondicional apoyo recíproco.

Movidos por la identidad, el afecto y el ingenio de ellos, convergen los dos pueblos. Y bajo el estímulo de la fecunda cooperación recíproca entre ambas naciones, avanzan con más vigor los procesos de unión de nuestra América toda.

Porque cuanto piensan y hacen los dos líderes a favor de sus países, persigue contribuir también al avance de la emancipación latinoamericana y caribeña, mediante acciones solidarias concretas hacia otros procesos de lucha y gobiernos progresistas, a veces ostensibles y otras en silencio creador.

Aunque Fidel tiene 28 años más que el insigne barinés, a ambos les toca vivir el final de un siglo de viraje hacia el mayor predominio imperial de la historia. Y también el comienzo de otro, y del nuevo milenio, donde se abren nuevas puertas a la redención humana.

Bolívar y Martí no tuvieron la dicha de coincidir en el tiempo, pero el destino dispuso que sus anhelos y conceptos libertarios, la dignidad, el valor y la fe de ellos encarnaran en Fidel y Chávez.

Gracias también a esa alianza multifacética entre los dos Comandantes, y a la dinámica que genera un polo progresista inédito en la región a partir de 2003 —que ellos impulsan—, la hegemonía imperial pierde espacio, se amplían y fortalecen los procesos de integración continental y la idea del socialismo alcanza una nueva dimensión simbólica y real, al reafirmarse como una alternativa necesaria y posible al capitalismo.

Chávez, con cierto asombro de Fidel, declara en enero de 2005 el rumbo socialista de la Revolución Bolivariana y, para satisfacción del líder cubano, sustenta su propuesta en la axiología y en el ideario bolivariano, cristiano y martiano y en el pensamiento marxista universal, convirtiéndose en el principal artífice de tal impulso renovador ecuménico.

El presente texto centra su atención en los nexos de Fidel y Chávez desde que se abrazan por primera vez en La Habana el 13 de diciembre de 1994, hasta que fundan el ALBA el 14 de diciembre de 2004, diez años después.

Aprecio en ese lapso un ciclo sustantivo. Primero, en apenas 36 horas, el intercambio de ideas, emociones y sueños del que brota la certeza de que los junta Bolívar y Martí. Y una década después, la apertura de otro tiempo virtuoso, cuando crean un formidable motor bolivariano y martiano para mover y unir a nuestra América en torno al legado de los fundadores.

Me acercaré de inmediato a lo que ocurre en La Habana durante el encuentro inicial de los dos líderes: Fidel, entre los más grandes del siglo XX a nivel mundial y en plenitud de facultades y Chávez en meteórico ascenso.

Recordar ese momento es clave para entender la complexión y el sentido de la amistad que brota entre ellos en tan breve lapso, propulsora de acelerados sucesos ulteriores que cambiarían muchas realidades en nuestro hemisferio.

Cubadebate

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