Aniversario 510 de la fundación de Bayamo: Diego Velázquez en primera persona

Es difícil encontrar un cubano que no conozca algunos elementos básicos de la historia de San Salvador, la segunda villa fundada por el conquistador castellano Diego Velázquez de Cuéllar, en noviembre de 1513.

FOTO: Luis Carlos Palacios Leyva

Bayamo y sus historias son cosas que los cubanos no olvidan. Necesitan de Bayamo para recordar las más auténticas raíces históricas y culturales, el sentido de la identidad, el compromiso patriótico y la virtud de pueblo.

Que para gloria de su espíritu de rebeldía y justicia existieron los caciques Hatuey, Guamá, Caguax, Turquino y Brizuela, entre muchos más.

Que por aquí comenzó a acrisolarse el sentimiento de cubanía.

Y que esta es la tierra de la gestación del grito de independencia en 1868.

Es hacer memoria de que, el 2 de febrero de 1512, murió quemado en la hoguera, atizada por Velázquez, el bravo Hatuey.

Acordarse de que, a raíz del bárbaro hecho, brotó, como llama azul, la creencia de La luz de Yara, el mito mayor de Cuba, el cual llega hasta nuestros días.

LOS ORÍGENES

Conocimiento imprescindible para un pueblo es el de sus orígenes, porque en ellos se encierran los elementos que le dieron el ser y los que determinaron su formación a través del tiempo.

Elementos donde pudieron germinar algunos de sus caracteres regionales o nacionales, que al integrarse con otros, por medio del sincretismo étnico y cultural, llegaron  a constituir nuevas identidades y una nacionalidad propia.

La valía y el aprecio de la historia se fundan, precisamente, en estas consideraciones. No es la historia pasatiempo de desocupados o entretenimiento de eruditos ansiosos de hurgar en el ayer para satisfacción de su vana curiosidad.

Si el pasado no interesara para el presente ni sirviera para el porvenir, bien podría quedarse enterrado y olvidado sin remedio, sin que valiera la pena preocuparse con él para nada.

Los acontecimientos históricos necesitan ser explicados desde profundos estudios y reflexiones.

Esa explicación no es dable, si se desconocen los antecedentes que los determinaron.

El presente no se forma de manera espontánea: es una resultante de hechos primordiales, reales y demostrados.

Es esencial recordar estas verdades, que no por sabidas dejan de tener perdurable actualidad, para percibir y aquilatar el valor de los relatos de Diego Velázquez y los primeros cronistas de la conquista y colonización de Cuba.

Las actas fundacionales de las primeras villas cubanas nunca han aparecido, pero existen tres textos imprescindibles para arrojar luz sobre este proceso y servir de fuente primaria a los investigadores: las cartas de Relación d Diego Velázquez al rey  Fernando el Católico, sobre todo la del 1 de abril y 19 de octubre de 1514 y 1 de agosto de 1515 y los libros de fray Bartolomé de las Casas Destrucción de las Indias, Historia de las Indias y Memorial de los Remedios.

Diego Velázquez de Cuéllar, conquistador de Cuba en el siglo XVI

Por suerte, después de arduas búsquedas de varias generaciones de historiadores, se ha encontrado la versión original de la famosa carta de Diego Velázquez al rey, fechada el 1 de abril de 1514, depositada en la colección de Don Juan Bautista Muñoz y Ferrandis, en el Archivo de Simancas: Sección 09-4837-487-1, fs. 311-319 y recogida en Catálogo de la Colección Muñoz, tomo 5, fol. 137, documento no. 1455, en la Biblioteca Nacional de España.

Además, todos los documentos de la colección de Juan Bautista Muñoz se encuentran hoy digitalizados y disponibles en CD-ROM, preparado por la Real Academia de la Historia de España.

Hasta ahora se contaba, para la reconstrucción histórica del proceso de conquista y colonización de Cuba, con los extractos del citado documento, realizados por los secretarios del monarca, depositados en el Real Archivo de Indias: Sección Patronato, 178, R. 1, siendo la fuente más difundida en el siglo XX.

El acceso al documento original, otorga más validez al testimonio de Velázquez.

La voz del conquistador en primera persona atrapa, porque muestra sin mutilaciones su real estrategia militar y política, el estado de ánimo, las dubitaciones, la escritura castellana inicial, la toponimia,  los giros lingüísticos de la época, la grafía española de muchas voces aborígenes y la equivalencia que le daba a los cacicazgos primitivos con las “provincias” al uso castellano.

El propio Diego Velázquez escribió al rey Fernando el Católico que desde octubre de 1513 se encontraba en Bayamo, una vez pacificada, con idea de crear una segunda villa allí o en el Guacanayabo.

Y le agregaba: “Pasado 8 días con designio de hacer un po. envie a provincia de Maniabon, Boyucar y el Cayaguabo, e Mahaha, e Cueyva, quenta todo a 15-20-30 leguas de la provincia de Bayamo, 40 hombres con cristianos que saben la lengua a llamar a todos los caciques e indios de allas mientras yo escogía el sitio…”

Es decir, el Adelantado, para crear el segundo asentamiento hispano, mandó españoles y nativos como guías e intérpretes para reunir en Bayamo a los caciques y sus gentes desde hasta treinta leguas de distancia. El objetivo era construir las instituciones y las casas de los conquistadores que iban a quedar en los llanos del bajo oriente cubano.

Luego le refería al monarca de Aragón que se decidió por un paraje en el Guacanayabo: “el que hallé a legua y media de un puerto apropósito para la navegación de la Española y Tierra F. cerca de un rio grande muy bueno llamado Yaxa, y tierras muy buenas para ganado y labranzas de Yuca, Ajes y maíz, y minas a 19 y 20 leguas.”

En otro esclarecedor párrafo le contaba: “Nombré la Iglesia de S. Salvador, porque allí fueron libres los cristianos del cacique Yahatuey, porque con la muerte suya se aseguro  y salvó mucha parte de la isla.

” El jefe de la conquista testificaba, claramente,  que procedió a fundar la segunda villa San Salvador donde Hatuey agotó su vida, cuyo nombre no se relaciona con ninguna advocación a Cristo ni a su onomástico. 

La fecha es resultado de aquel suceso político porque, al decir de Velázquez, con la muerte del indio rebelde “se salvó” la conquista de esta parte de Cuba.

De modo que, a diferencia de las otras villas  levantadas en el siglo XVI que han tomado como fecha de fundación el día del santo patró, la de Bayamo no se relaciona con ninguna festividad religiosa.

En resumen, Velázquez decidió crear la población hispana en el sitio donde quemó a Hatuey.  En la decisión tuvo un peso grande su cercanía al mar,  distante legua y media, a ojo de buen cubero; contar en sus contornos con un río grande y bueno, el Yara, y ser en terrenos fértiles para la crianza de ganados y la siembra de cultivos.

A pesar de la claridad de algunos elementos físico geográficos, como que todo aconteció en la cuenca del río Yara, todavía hoy se discute a nivel académico el lugar exacto del primer emplazamiento de San Salvador.

Muchas hipótesis existen al respecto y hasta un libro, con un título que es todo un desafío, San Salvador: Sigue el misterio (2002) de los autores Ángel Lago Vieito y José Manuel Yero Masdeu.

La mayoría de los historiadores coinciden en que fue a orillas del río Yara. Un grupo asegura que ocurrió en el actual poblado de Yara e incluso señalizan el lugar del suplicio de Hatuey.

Quizás sea la hipótesis más acertada y que la ausencia de rastros aborígenes se deba a las intensas roturaciones de la tierra que ha sufrido la zona a consecuencia de los muchos cultivos.

Pero otros la ubican en la margen izquierda y extienden el área a toda la zona que media entre el Yara y la bahía de Manzanillo.

Algunos la han descrito en terreno montañoso, pedregoso e inculto, atribuyéndole un carácter defensivo y comercial a la vista del Golfo del Guacanayabo.

El principal argumento que se esgrime, para acercar un poco más la villa a la costa de Manzanillo, es la presencia de vestigios del contacto indo-hispánico y la construcción de una casa de contratación comercial.

Lo cierto es que en San Salvador Velázquez otorgó licencias a los españoles que allí se iban a quedar y entregó los caciques e indios en encomiendas, pueblos enteros, entre otras medidas. A este respecto, precisaba al rey en la carta de relación citada: “…señalé solares para las granjerías de V. A. y venidos lo indios de vecindades a los que la quisieron como las que de en la Asunción, y para comenzar a vivir les di  900 montones.”

En otras palabras, Velázquez dio casas y solares a los que iban a poblar la villa, dispuso la “granjerías” del rey y entregó alimentos, sobre todo yucales, en la siembra india llamada de “montones”.

En octubre de 1514, el monarca español orientaba a Diego Velásquez utilizar para las provisiones el puerto de Trinidad, donde había una numerosa población aborigen y minas de oro.

Entre abril y junio de 1515,  Velázquez se mantuvo en “San Salvador de Bayamo”, donde estableció la fundición de oro, y al mes siguiente trasladó la casa de contratación de San Salvador para Santiago de Cuba.

Estos hechos marcan el decaimiento de la villa de San Salvador, porque dejó de ser el espacio principal de la vida colonial en la región.

El puerto de esta villa pasó a ser la boca del río Cauto y cuarenta años después, Cauto Embarcadero.

SAN SALVADOR DE BAYAMO

Lo cierto es que la comunidad de Bayamo estaba en franco proceso de transculturación desde septiembre de 1512.

En ella se había establecido un destacamento español a cargo del capitán Juan de Grijalva. Evidentemente, los indios de la zona eran utilizados en la siembra y la pesca.

En el caserío, fraile Bartolomé de Las Casas fundó algún espacio religioso, pues ofició a los españoles y convirtió a muchos nativos a la fe cristiana.

Cuando Velázquez partió hacia Occidente por la costa sur, simultáneamente lo hicieron Pánfilo de Narváez y Juan de Grijalva por el centro, pero tuvo la previsión de mantener en Bayamo una fuerza de ochenta infantes y veinte jinetes, con la misión de cuidar todo lo conquistado.

En la nueva localización, la segunda villa tuvo características distintas a la primera.

La incipiente organización política, social y religiosa cambiaría totalmente, pues ahora se estableció la Casa de Gobierno, se instaló oficialmente la Iglesia y se ordenó el plano urbano de la villa, con sus plazas y calles.

Desde entonces los moradores hispanos y criollos de Bayamo se opusieron a toda idea peregrina de trasladar la villa a otro punto.

Cada una de las propuestas en tal sentido fue rechazada con sólidos argumentos. Esta lucha de la incipiente oligarquía bayamesa demuele la posibilidad de que la villa como tal, como centro de poder político-administrativo, pudiera haber estado ubicada en otro lugar.

No confundir asentamientos aislados de colonizadores, algunos coyunturales, como Pueblo Viejo, Sevilla y Valenzuela, entre otros.

EL PRIMER MESTIZAJE

Aunque violento, el proceso de colonización fue creando el rostro de las familias hispanas del valle del Cauto, encabezadas por los Tamayo, Guerra, Santiesteban, Rodríguez, Parada, Lagos, Ferral, Núñez, Mexias, Vázquez, Verdecia, Arias, entre otros, y a la vuelta de algunas generaciones aparecieron los criollos.

Sólo para que se tenga una idea del significado del proceso de mestizaje y los vínculos amatorios del conquistador con los aborígenes en Bayamo, existe la versión de que Rodrigo de Tamayo tuvo varios hijos con una india, aunque más tarde trajo su familia desde la villa de Llerena, en Extremadura; entre los mestizos que acompañaron a Hernando de Soto a la Florida, estaban   Pedro Morón y Diego de Oliva, de la villa de Bayamo; y cuenta el cronista Bernal Díaz del Castillo que Hernán Cortés tenía una hija natural, doña Catalina, con Leonor Pizarro, india de Bayamo; y entre los soldados que pasaron a México con Cortés había uno llamado Alonso Pérez Maite, “que vino casado con una india muy hermosa del Bayamo”.

El nativo de Cuba no desapareció tan rápidamente como se supone. A pesar de ser violento el proceso destructivo de sus comunidades, bajo el peso de una salvaje explotación, hay que hablar de su absorción en el mestizaje.

En muchas familias cubanas todavía se puede reconocer la sangre indígena.

El historiador y arqueólogo Felipe Pichardo Moya, en su libro Los indios de Cuba en sus tiempos históricos (1945), señala diversos pueblos con supervivencia india, entre ellos Yateras, Caujerí, Yara, Yaguaramas y Dos Brazos.

Los estudios más recientes mencionan, en el territorio de la actual Granma, a Guisa, Macambo,  Palmarito, Guamo.

No es casual que en octubre de 1533 el rey mostrara preocupación por el destino de aquella primera generación de mestizos.

En una real cédula planteaba: “He sido informado que en toda esa tierra hay mucha cantidad de hijos de españoles que han habido de indias, los cuales andan perdidos entre los indios…”

Para evitar su muerte, el monarca dispuso que fueran recogidos y mantenidos ellos y sus madres en los pueblos de españoles cristianos.

Por eso, muchos rasgos aborígenes más de los que imaginamos se perpetúan en el etno cubano: en la dieta alimentaria, las creencias y ritos religiosos, la toponimia o alfarería. Esta huella es bastante peculiar en los nombres de lugares: Cuba, Bayam, Yara, Guacanayabo, Mabay y Caonao; de plantas como yuca, maíz, calabaza, maní y ñame; en las frutas como guayaba, anón, aguacate y guanábana; y en las construcciones: bohío, bajareques, barbacoa y caney.

Justamente, Bayamo celebra el  aniversario 510 de su fundación como impronta para el enriquecimiento patriótico, cultural y espiritual del pueblo.

Sin dudas, todos tenemos motivos  de orgullo por el camino recorrido.

El bayamés es un ser sencillo, cordial, humanista y muy apegado a la familia y las tradiciones. Bayamo es el mejor ejemplo de cómo un pueblo enfrenta los obstáculos con decisión y audacia para salir vencedor.

La Demajagua

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