Médica internacionalista presente en el tradicional desfile por el Primero de Mayo

Han transcurrido 30 años, y la pregunta de la doctora Moratalla aún flota en el recuerdo de Maricela del Prado Salgado: ¿Por qué quiere estudiar Medicina? a la cual respondió la joven: ‘Para servir a la humanidad, prevenir enfermedades, sanar enfermos si está a mi alcance y seguir el ejemplo de mi tío, quien ha […]

Han transcurrido 30 años, y la pregunta de la doctora Moratalla aún flota en el recuerdo de Maricela del Prado Salgado: ¿Por qué quiere estudiar Medicina? a la cual respondió la joven: ‘Para servir a la humanidad, prevenir enfermedades, sanar enfermos si está a mi alcance y seguir el ejemplo de mi tío, quien ha dedicado su vida a esta profesión’.

Maricela, actualmente Especialista en Segundo grado en Medicina General Integral y subdirectora del Policlínico 13 de marzo, tenía el mejor patrón a seguir: su tío Aurelio del Prado Oliva despertó con su carácter dócil y amable ese interés por la Medicina: “Él era el médico de la casa, del niño, la embarazada, el anciano”.

En el 2005, la vida pondría a prueba este humanismo al asignársele una misión internacionalista en Honduras.
Aquello fue literalmente una prueba de fuego: “Estuve en una zona bastante intrincada, que hacía frontera con Guatemala. No había electricidad ni internet. Solo tenía comunicación una vez al mes cuando bajaba seis horas a un poblado. Era una zona tan alejada que si el jefe de la brigada médica me llamaba la registraba como una llamada internacional”.

Pero Honduras fue más que los inconvenientes marcados por la lejanía y nostalgias agolpadas en el corazón a la luz de un candelabro. Fue un asidero de humanismo, sensibilidad, ciencia y práctica… todas en una experiencia inesperada y única, como el asombroso hecho de traer un nuevo ser al mundo.
“Una noche me fueron a buscar sobre las 11:00 de la noche porque una paciente estaba por dar a luz y el doctor de esa comunidad no atendía después de esa hora.

“Me subí a la camioneta para llevarla al hospital más cercano, uno público que quedaba a seis horas de camino. A las tres horas de tránsito la señora no pudo aguantar más y tuve que hacerle el parto sobre la paila de una camioneta. Para cortar el cordón umbilical utilicé los cordones del padre.

“Cuando llegamos al hospital, la doctora que me recibió me dijo: “tú debes ser cubana, porque ustedes los cubanos son osados.

“Esa anécdota marcó mi vida porque me permitió realizarme y saber que nada que uno ponga en manos de uno se torna imposible, sobre todo si uno tienen a Dios en su corazón”.
De 2010 a 2015 repetiría con otra misión internacionalista en Venezuela, acción por la cual la Central de Trabajadores de Cuba en Granma, en el marco de las actividades por el Primero de Mayo, le reconoció con la Medalla internacionalista, distinción que se suma a la recibida por su desempeño en Honduras y a la Medalla Piti Fajardo, por 25 años de trabajo en el sector de la Salud Pública.

“De niña escuchaba historias de una que otra persona que cumplía misión médica internacionalista. No solo es un compromiso con la Patria, también es una oportunidad para crecerse uno como profesional de salud”.

Sobre lo que significa para esta granmense tomar parte en el desfile por el Día internacional de la clase obrera, refirió: “Es nuestro espacio para estar con la Patria y la Revolución. Desfilar es una tradición para todos los cubanos. Para mí es un honor estar presente.”

Cuántas veces, me cuestiono, su corazón no anheló en tierras extrañas, tomar parte en este desfile de pueblo, de ese calor humano, ese jolgorio popular que canta en himno unánime a las conquistas de la clase obrera en su Patria. Hoy que todo ello es posible, ¿cómo faltar al compromiso?

Anaisis Hidalgo

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